Bastiaan es un hombre adicto al trabajo, lo que lo hace olvidar que todavía es joven. Ya que desde muy corta edad, es la cabeza de su familia. Responsable de todo y todos, lo que lo hace a veces interferir en la vida de otras personas de manera protectora. Por su parte, Cara es una chica con una vida normal. Pero con expectativas muy altas para la comprensión de su novio Walter. Quien de verdad la quiere a su manera, pero ama más el dinero, sin importarle lo que tenga que hacer para conseguirlo o las personas que deba dañar en el proceso. Una tarde, Cara descubre el secreto que su novio le ha estado ocultando durante algún tiempo, y este al enterarse usa la violencia en su contra. Llevándola al borde de la muerte, es cuando, entonces, conoce a Bastiaan quien queda de manera inmediata atraído por ella. Le ayuda sin segunda intenciones, pero al final le pide: Déjate querer. DERECHOS RESERVADOS CÓDIGO DE REGISTRO No. 2409099362675
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El día de Cara no pudo haber empezado peor, había tenido una discusión con su novio de toda la vida, Walter. Por cuestiones de dinero, no había pagado la renta del departamento en donde vivían, y el casero les pidió que desalojaran.
—El éxito de hoy te lo debo a ti —expresó Astrid, con una sonrisa, mientras miraba su laptop y con cara de ilusión agregó: —Tenemos pedidos, para unos dos meses, esto es simplemente magnífico.
En el instante en el cual Cara iba a contestarle, su teléfono celular comenzó a sonar. No tuvo necesidad de mirar el identificador de llamadas, pues sabía que era Walter.
—La persona es insistente —comentó Astrid, frunciendo el ceño.
—Puede ser —se encogió de hombros—, realmente no me importa mucho.
Puso el aparato encima del escritorio, pero después este comenzó de nuevo a sonar.
“Número desconocido”.
—Diga.
—Buenas tardes, señorita Wanke le habla Carlos Rodríguez. Subgerente del Banco International de Crédito.
—Sí, en que puedo ayudarle —el corazón de la chica comenzó a latir con rapidez.
—Es para hacer de su conocimiento que el señor, Walter Johnson, acaba de retirar de su cuenta mancomunada, la cantidad de veinticinco mil dólares.
—¡¿Qué él hizo qué cosa?! —chilló Cara levantándose de la silla.
Astrid la miró un poco preocupada, pues su empleada tenía un carácter calmado.
—Lo siento mucho, señorita. Supuse que usted no sabía nada, y por eso le estamos llamando.
—Muchas gracias por informarme —se aclaró la garganta tratando de que no se notara que estaba a punto de llorar—, me encargaré de todo.
—Estamos para servirle.
Al finalizar la llamada, se sentó de nuevo. Poniéndose las manos sobre la cabeza.
—¿Y ahora qué haré? —se preguntó.
—¿Qué ha hecho el imbécil de tu novio esta vez?
Quiso saber su jefa y amiga, puesto que Astrid había visto en ella en los últimos meses que llevaban trabajando juntas, que hacían muy buen equipo.
—¡Ese infeliz! Me ha dejado sin nada —respondió con un suspiro—, se robó todo mi dinero.
—Desde hace mucho tiempo vengo diciendo que debes de dejar a ese hombre, Cara —le recordó Astrid, quien estaba al tanto de los últimos acontecimientos—. Te ha dejado sin un techo en donde vivir, y ahora sin dinero —negó con la cabeza— ¿Estás segura de que no está metido en cosas raras?
—¡No lo sé! Supongo —exclamó exaltada—. Desde que Jonas desapareció, se ha estado comportando de un modo muy extraño —con la palma de las manos se limpió algunas lágrimas—. Sabes que estaba juntando el dinero para ir a Milán, ahora todo se ha ido a la m****a.
—Cálmate, cariño —se acercó a ella acariciando fraternalmente la espalda—. Irás a Milán, ya veremos como lo solucionaremos.
—Siento que cada vez es peor, hay días que no quiero regresar a casa después del trabajo, Astrid —la miró a los ojos—. Desde que no tiene trabajo, vivo un infierno con sus cambios de humor.
—¿De cuánto dinero estamos hablando? —indagó su amiga.
—¡TODO! —comenzó a llorar de nuevo—. Estamos hablando de todo, hasta la el sueldo de esta semana.
—¡Bastardo! —expresó, Astrid— ¿Tienes en donde quedarte esta noche?
—¡No! —chasqueó los dientes, y agregó con un tono de voz de vergüenza: —Walter afirma, que Jonas desvalijó la casa que nos dejó la abuela para gastarlos en drogas.
—¿Y tú? —la miró seria— ¿Crees eso de tu hermano?
—No lo sé, hace un poco más de seis meses que no se nada de él. Jonas y Walter no se la llevaban bien, aunque me ha ayudado a buscarlo.
—¿Por qué no has ido a la policía a reportarlo como desaparecido, es solo un adolescente?
—Walter se encargó de eso.
Astrid estrechó sus ojos grises como si no le faltara más capítulos a aquella historia.
—Confías mucho en tu novio —usó una voz de sospecha— ¿Cuántos años tienes con él?
—Como novios desde el bachillerato, pero viviendo juntos dos —ladeó la cabeza—. Siempre fuimos la abuela, Jonas y yo. Pero después de que ella murió, fue muy difícil convencerlo de que viniera a vivir con nosotros, él decía que Walter no era de fiar.
—Creo que el chico tenía razón —manifestó Astrid.
—Aunque no lo creas, extraño mucho a mi hermano —bajó la cabeza, y entrelazó sus dedos—. A veces pienso que no debí dejar que Walter se ocupara de él, pero supuse que era lo correcto —se encogió de hombros—, ya sabes qué habría más camaradería por ser hombres, y sería más fácil para Jonas adaptarse a su nueva vida. Aguantó hasta que cumplió los diecisiete, y se marchó a nuestra antigua casa.
—Cara, te creo. No soy nadie para juzgarte —Astrid puso las manos sobres sus hombros—, solo pensaste que era lo mejor para el chico en ese momento. No lo hiciste con mala intención.
—Pero soy una hermana mayor horrible —rompió a llorar—. Si le pasa algo, no sé qué haría. Jonas es lo único que me queda de mi familia.
—No le pasará nada, Jonas parece ser un chico muy sensato e inteligente.
—Si lo es, nuestra abuela nos crio con principios y valores. Por eso me duele cuando Walter afirma que Jonas está perdido en las calles.
—Tu hermano va a aparecer, y te dará una explicación.
Cara respiró de manera profunda, la miró y le sonrió. Porque esas palabras era la que necesitaba.
—Ahora volvamos al trabajo —dijo—, todo estará listo para esta mañana en la noche.
—Cierto, Cara —miró alrededor—, tengo que aprovecharte antes de que me dejes y te marches a Milán.
—¡No seas exagerada! Terminaré de organizar todo esto.
—¡Esto no puede ser! —se quejó Astrid, mirando su teléfono celular.
—¿Qué sucede? —Cara quiso saber.
—¡No pudo esperar hasta mañana! —grito su amiga exasperada.
Cara frunció el ceño, al ver un poco desesperada a su jefa.
—¿De quién hablamos?
—Del hombre más exasperante del mundo —gruñó.
Bastiaan dio una respiración profunda, porque ya sabía lo que se le venía.—¿En dónde están mis cosas, Bash? —Cara quiso saber con voz enojada—. Quiero irme de esta casa ahora mismo. —Pedí que te cambiaran de habitación… y no, no puedes irte…—¿Cómo que no puedo hacerlo? —cuestionó frunciendo el ceño.—¿En dónde te quedarás? —la miró haciendo una mueca con la boca—. Además de que no conoces la ciudad. —Pero no puedo quedarme aquí —ella alzó las manos en exasperación— ¡Tu madre no me quiere aquí!¿Cómo explicarle que dejarla ir no sería posible? Porque no quería hacerlo, así de simple. Estaba seguro de que ella no lo iba a entender. —No le hagas caso…—Si lo hago, esta es su casa y yo soy una paracaidista.Bastiaan rompió la distancia entre ellos, la tomó de la cintura y de manera inmediata buscó sus labios. —Estás muy equivocada —expresó cuando rompió el beso, y luego posó su frente sobre la suya —. No lo entiendes, ¿cierto? —La verdad que no, vas tan rápido que no puedo seguirte
Todavía el ambiente estaba tenso en la mesa, pero Minerva hacía como si no pasara nada. Astrid apretaba los puños al verla tan imponente. —Siéntate a la mesa de una vez por todas —le dijo su tía.—No voy a sentarme a la mesa, se me quitó el hambre…—Les diré a las empleadas que cierren la cocina, después de que terminemos de cenar —Minerva la miró y enarcó una ceja—. No podrás comer, ni siquiera prepararte un sandwich. —Siempre puedo pedir una pizza o ir por unas hamburguesas, lady Minerva —replicó Astrid dándole una sonrisa sarcástica—. Ahora me voy a mi habitación, tengo incómoda la vista. Bastiaan tamborileaba los dedos sobre la mesa, mientras miraba fijamente a su progenitora. La idea de que viniera a América ya no le parecía muy bueno, a pesar de que solo lo había hecho, porque quería otra opinión médica sobre su estado de salud. —Es increíble el comportamiento de esa niña —la mujer mayor se quejó, y miró a su hijo con indignación— ¡¿Te diste cuenta cómo me trató, Bash?! —Si
La tarde transcurrió de manera rápida, y cuando Astrid y Cara se dieron cuenta, ya había anochecido. —¡Oh, Dios mío! —exclamó Astrid un poco sorprendida—. Casi es hora de la cena, hemos estado aquí todo el día.—Sí, el tiempo corre tan de prisa…—Lo bueno es que ya no tendré a Bastiaan monitoreando cada uno de mis movimientos —soltó una risita. —Es mejor que nos vayamos a casa —Cara entornó los ojos ante aquel comentario, porque era obvio que desde el momento en que le había enviado un mensaje a su primo para darle a conocer su número nuevo, el aparato telefónico fue bombardeado. Se estaban subiendo al vehículo cuando una vez más Bastiaan llamó. —Esto es muy incómodo, pero eso ya lo sabías —se quejó ella en voz muy bajita— ¿Quieres que Astrid se dé cuenta?—¿De qué eres más que una amiga de la familia? —él replicó con burla— ¿De qué estamos juntos? —¡Bash…! —chilló—. Hablaremos cuando llegue a casa. De su pecho salió un jadeo de asombro, por lo último que dijo “casa”. Negó con l
La conversación con su mejor amiga hizo que su humor cambiara de bueno para mejor, haciéndola olvidar por completo que hizo un viaje de más de diez horas —aunque, realmente, Bastiaan se había encargado de su cansancio— para ella el jet-lag en ese momento era solo un mito. Por esa razón aceptó ir de compras con Astrid para buscar un vestido que le hiciera lucir hermosa esa noche. Ella se había encargado de que la esperanza renaciera de manera más afianzada dentro de su ser. Ya que le contó como fue el estado de ánimo de Bastiaan mientras estuvo fuera del país. Así que sin darle mucha vuelta al asunto, decidió darles una oportunidad, aunque estaba un tanto indecisa por la relación jefe - empleada. La cual sabía de qué no estaría muy bien vista ante los ojos de los trabajadores de la empresa. «¡Además de ser una recién llegada, es la amante del jefe!», pensó con repelús al estar en esa situación. —¡Ya no aguanto más! —se quejó Astrid. Cara la miró un tanto confundida. —¿Qué ocurre
—¿Cara? —su amiga la trajo de vuelta a la realidad, ella la miró con angustia, y con la respiración entrecortada, lo que hizo que le pusiera las manos sobre los hombros— No debes temer por nada, ya todo pasó —le dio una sonrisa—. Lo que pasó con Walter no te perseguirá jamás.«¡Lo dudo!, quiso gritarle. —Está bien, pero…—Nada… —terminó Astrid por ella—. Has llegado en un buen momento…—No te entiendo —Cara negó con la cabeza. —Mañana por la noche tendremos una fiesta de la empresa —su amiga juntó las manos como si fuera una niña de cinco años, eso hizo que ella sonriera y recordara lo optimista y alegre que siempre era. Dio un suspiro porque no tenía conocimiento de eso, Bastiaan no le había entregado el cronograma de sus actividades. Tampoco de su agenda, eso le hizo apretar los dientes. —¿Qué celebrarán? —no pudo evitar preguntar con curiosidad.—Es el segundo aniversario de la fusión del conglomerado con una cadena de hoteles muy prestigiosa —su amiga respondió muy animada—.
Casi veinte minutos después, Cara se encontraba con Astrid en la habitación que Bastiaan le había asignado, que causó un poco de desconcierto porque estaba en el área de los integrantes de la familia, y no en el de empleados como regularmente se hacía. Sin embargo, las dos amigas comenzaron a ponerse al día en lo sucedido con sus vidas durante los dos años que Cara estuvo fuera del país. —La verdad es que estás muy cambiada —Astrid le dio una sonrisa sincera—. Ahora entiendo que tenías toda la razón en marcharte. —Lo siento —Cara susurró—, no debí irme de esa forma…—Cierto, pero era la única manera —le soltó con una risita—. Estar bajo la protección de los hombres Karagiannis, no es del todo fácil. —A veces es un poco sofocante, pero se puede manejar —manifestó Cara, y luego la miró seria — ¿Qué pasó con tu empresa? ¿Por qué no estás en Brooksprings?—¡Oh, no! —Astrid le hizo un gesto con la mano—. Todo está muy bien, nos hemos expandido y como es parte del conglomerado, no tenía
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