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Aquellas palabras no consolaron a Astrid, y cuando Bastiaan salió la pudo encontrar en los brazos de Leander llorando desconsoladamente, mientras este le acariciaba con mucha ternura los cabellos
—Yo debí insistir un poco más, me siento tan impotente en estos momentos —continuaba diciendo ella entre sollozos.
—Nena, ya te dije que todo estará bien —Leander besó por encima de su cabeza.
Dando un largo suspiro, Bastiaan se acercó a ellos. En ese momento sus sentimientos coincidían con las de su prima.
—Astrid, sabes muy bien que lo que le sucedió a tu amiga, es algo que no podías predecir, así que sugiero que te calmes un poco. Si no tendrás que irte a casa a descansar —tenía que aparentar que todo estaba bien, y eso a veces era cansino.
La respiración de la chica quedó atorada en sus pulmones por fracciones de segundo, sabía que Bastiaan no era una persona para llevarle la contraria, si no tenías pruebas contundentes para demostrar que él podía estar en un error. Aunque