LOIS
Nunca me habían llevado de compras. Nunca me habían llevado a ningún sitio con tanta intención.
—Queremos que esta noche estés perfecta —dijo Emmanuel al oído mientras bajábamos las escaleras.
—No porque lo necesites —añadió Ezequiel—, sino porque lo mereces.
Montamos en una de esas camionetas largas que apenas había visto de lejos. Brillaba como si acabara de salir del taller, y los asientos olían a cuero nuevo. Durante el trayecto, Emmanuel me acariciaba los dedos mientras Ezequiel hacía listas mentales de lo que debíamos buscar: un vestido de gala, zapatos a juego, algo para el cabello, pendientes, maquillaje. Me sorprendía lo metido que estaba en ello.
Llegamos a una zona comercial que no era como las que conocía. Estaba dentro del territorio lobuno, diseñada con un gusto exquisito, entre árboles altos, fuentes modernas y luces tenues que salían del suelo. Había escaparates con vestidos largos, trajes de hombre, zapatos de diseñador y joyerías. No había ruido. Solo música sua