El olor del fuego seguía en el aire, mezclado con el sudor, el barro y la tensión.
Emmanuel había desaparecido entre los árboles, pero no logró ir muy lejos. Thorne lo alcanzó con un salto que pareció partir el aire, lo tiró contra el suelo y lo arrastró varios metros, dejando una línea profunda en la tierra húmeda. Emmanuel rodó, se levantó, temblando de furia, y lo enfrentó sin decir una palabra.
Ezequiel llegó segundos después, cojeando, con sangre seca en el costado y los colmillos todavía expuestos. El cuerpo le dolía, pero el miedo ya no. Era otra cosa lo que sentía. No era terror ni desesperación. Era rabia. Una rabia que no tenía forma de explicarse, que le brotaba desde la garganta hasta los puños.
No podían ir con Lois… Thorne no se los permitía.
Thorne se volvió hacia ellos con lentitud. Su cuerpo estaba cubierto de cortes, y aunque su lobo seguía imponente, algo en su mirada decía que no estaba ahí para ganar. Se sacudió las llamas que todavía quedaban sobre su pelaje y vo