Valeria apenas pudo retroceder un paso cuando Noah la levantó con facilidad, obligándola a rodearlo con sus piernas alrededor de su cintura. Valeria ahogó un grito de sorpresa cuando lo vio avanzar hacia la puerta y echar el seguro.
—¿Qué haces? ¡Estamos en la empresa! —protestó con un hilo de voz.
Él pegó la frente a la suya, la respiración áspera, ardiente.
—Shhh… —rozó sus labios sin llegar a besarlos—. No me pidas que pare. No después de todo lo que me hiciste contener.
Sus labios chocaron con los de ella, furiosos, hambrientos. La sentó sobre el mesón de trabajo, el frío de la madera contrastando con el calor de sus manos que ya se deslizaban bajo el vestido.
Cada caricia la hacía estremecerse; cada vez que sus dedos rozaban más cerca de su centro, su cuerpo la traicionaba.
Cuando finalmente la tocó donde más lo necesitaba, un gemido escapó de su garganta. Ella intentó contenerlo, pero él lo sofocó con un beso mientras encendía una máquina cercana, llenando el aire con un ruido