Dos semanas después de la tregua, Valeria se refugiaba en Aurora Global: reuniones, esculturas, materiales. Todo era trabajo, y eso era bueno. Le servía para no pensar en Noah… aunque cuanto más intentaba olvidarlo, más lo sentía.
Esa tarde, tras dos jornadas en Aurora, Valeria llegó al taller con un vestido azul cielo de botones, ceñido a la cintura por una cinta del mismo tejido.
Noah la vio antes que nadie. La herramienta se le quedó suspendida en la mano, temblando apenas un segundo demasiado largo, el suficiente para delatarse.
Sus ojos la recorrieron con un hambre callada, una contención feroz.
Valeria lo sintió. Un cosquilleo repentino le subió por la piel, pero giró el rostro hacia los planos, fingiendo concentración. Ambos sabían que se miraban más de lo permitido, que disimulaban porque no estaban solos.
Se inclinó sobre el mesón central a revisar el diseño del lobby, pero sus dedos resbalaron en el papel; las palmas húmedas la traicionaban.
Apoyó una mano en el borde de l