091.
Selene subió la escalera de la casa con la faca envuelta en un trapo. No quería que la tocara el aire. No todavía.
Había regresado con la sal aún pegada a la piel. La boca aún con el sabor de Elio. Y el cuerpo latiendo como si su lobo interno quisiera salir a pelear con alguien. Con todos.
Entró a su cuarto. Lo encontró en penumbras. Pero olía a algo nuevo. A presencia ajena.
El colchón estaba revuelto. La almohada húmeda. El espejo del baño, destrozado.
Mar.
Selene cerró los ojos. Contó hasta tres.
Uno. El dolor.
Dos. La sospecha.
Tres. El asco.
—¿Qué estás haciendo conmigo, Mar? —susurró.
No esperaba respuesta. Pero el eco la devolvió desde el fondo de la casa:
—Lo mismo que vos hacés conmigo.
🌑 🌊 🐾
Cata se arrastró hasta la cueva entre los árboles. Temblaba.
Las piernas ya no respondían como humanas. Las uñas arañaban la tierra. Las encías le sangraban.
La transformación no era completa. Pero tampoco reversible.
Tenía hambre. De comida. De tacto. De comprensión.
Se recostó sobre