267. El Pacto del Fin del Mundo
El mapa de la Antártida se quedó en la pantalla, una herida blanca y desolada en la oscuridad del estudio. La revelación de la Estación Vostok no trajo consigo un plan de acción, sino un silencio pesado, abrumador. La escala de la operación de Leonardo, su audacia para esconderse en el lugar más remoto e inhóspito de la Tierra, era la de un dios o la de un loco. Y ellos, una manada rota de monstruos y humanos, tenían que encontrar la forma de asaltar ese Olimpo de hielo.
—Es un suicidio —dijo Blandini finalmente, rompiendo el silencio. Su voz, normalmente tan segura, estaba teñida de una incredulidad que no podía ocultar—. Estamos hablando de una base internacional en territorio antártico. Es una fortaleza militar, no una estancia. No podemos simplemente aparecer ahí.
—No tenemos que aparecer. Tenemos que infiltrarnos —respondió Julio, su mente ya estaba trabajando en las posibilidades tácticas—. La base necesita suministros. Vuelos logísticos. Relevos de personal científico. Ahí est