264. El Precio de la Alianza
La casa de seguridad de Nicolino Blandini no era una cabaña en el bosque ni un penthouse con vistas a la ciudad. Era una estancia fortificada en el corazón de la provincia de Buenos Aires, un búnker de lujo disfrazado de casco de estancia tradicional. Muros altos, cámaras de seguridad ocultas en árboles centenarios y un personal que se movía con la eficiencia silenciosa de guardias de prisión. Acá, el Cama-león no era el político sonriente. Era el señor feudal.
Elio y Mar fueron conducidos al estudio principal, una habitación revestida en cuero oscuro y madera de roble que olía a poder y a tabaco de habanos. Blandini los esperaba sentado detrás de un escritorio inmenso, una copa de coñac en la mano, sus ojos pequeños y astutos evaluándolos.
—Bienvenidos a mi humilde hogar —dijo con una sonrisa que no llegó a sus ojos—. Espero que el viaje haya sido… estimulante.
—Ahorrate la hospitalidad, Blandini —respondió Elio, que se había quedado de pie en el centro de la habitación, como una b