Michel
Sé dónde está.
No he tenido que registrar la ciudad.
No he necesitado llamar a mis hombres, ni revisar las cámaras.
No he tenido que gritar.
Lucia nunca supo desaparecer de verdad.
Deja huellas.
Por todas partes.
Incluso en el vacío.
Cree que se desvanece, pero deja su marca.
Es esa quemadura que no se ve, pero que consume.
Esa ausencia demasiado precisa.
Esa silueta que permanece cuando cerramos los ojos.
El banco al borde del río.
Siempre el mismo.
Siempre a esa hora en que la ciudad se silencia.
Donde incluso los perros callejeros caminan en silencio.
No quiero enviar a Emil.
Ni a otros.
No esta noche.
Soy yo quien debe llevarla.
Solo yo.
No para corregirla.
No para humillarla.
Para recordarle.
Para recordarme.
Que es mía.
Que siempre ha sido mía.
Y que soy el único que lo sabe hasta el final.
Conduzco sin decir una palabra.
Las calles se estrechan, oscuras, pegajosas.
Siento la noche espesarse a mi alrededor, como un tejido húmedo.
La ciudad me juzga.
No me importa en absol