LuciaÉl permaneció allí, un instante de más, en la penumbra de esa habitación que apestaba a final.Luego se dio la vuelta. Lentamente. Como si ya sintiera la quemadura de mi mirada.Una mirada que ya no tenía la fuerza para contener. Una mirada que gritaba mientras mi boca permanecía en silencio.No me movía. Me había quedado en un segundo plano, invisible, pero presente.Había visto.Todo.David, el padre, la sentencia.Y él, Michel.El niño silencioso convertido en el hombre sin perdón.Se acercó, su arma siempre baja, pero su mirada… su mirada era otra forma de amenaza.Sin una palabra.El silencio entre nosotros era denso, saturado de recuerdos no dichos, de deudas impagas.Lo odiaba.Cada célula de mi cuerpo lo gritaba.Y, sin embargo, no huí.Quería que hablara.Quería escucharlo decir lo que pensaba.Pero no tenía nada que ofrecer, excepto esa mirada calma, seca, tan vacía que se volvía afilada.Entonces abrí la boca. Lentamente. Con la respiración entrecortada, el corazón al
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