La mañana siguiente, Liliana no salió de su habitación, se quedó ensayando paso tras paso, movimiento tras movimiento. Tenía que memorizar aquel baile y emularlo, aunque Karem fuese una profesional, ella era persistente y perfeccionista, por lo que no pensaba desistir hasta lograrlo.
Sólo salió para pedirle a su guardaespaldas desde la puerta, que le subiera una jarra con agua y un energizante. Sabía que necesitaba tener energía durante su ensayo y que no podía comer algo sólido pues terminaría vomitando con lo exigente de aquella coreografía creada por ella, combinando pasos y poniéndole su toque personal.
Recibió en ese momento, la llamada de Karem para informarle que ya se encontraba en el hospital con su madre y que pronto la ingresarían al quirófano:
—Me gustaría estar allí para apoyarte, sé como debes sentirte, pero…
—Te entiendo, Lili. Sé que si pudieras, sin duda alguna estarías aquí conmigo —hizo una pausa y luego agregó:— Deseo que puedas lograrlo esta noche. ¡Te quier