Liliana abre la puerta con lentitud, aún perturbada. Laura entra, deja la bandeja sobre la mesa y sale de la habitación. Ella se sorprende de la actitud displicente de la chica, esperaba que por lo menos se sintiera incómoda, ella y Alessandro habían tenido “o tenían” una relación de índole sexual.
Se volteó a verlo con intención de descubrir en él algún gesto de incomodidad por la presencia de Laura, pero cuando se giró, él ya no estaba. Se había ido. Liliana fue hasta el balcón de su habitación y pudo verlo cuando cruzaba con una habilidad sorprendente hacia un segundo balcón.
Una vez que cayó de pie en el otro balcón, Alessandro se volteó hacia ella y con un gesto seductor le dio un guiñó. Liliana sintió como sus pezones se endurecían al sentir el contacto suave de la fresca brisa mañanera mezclada con el calor que provenía de su interior tras aquel gesto –pícaro y perverso– del pelinegro.
Liliana sintió que su cuerpo ardía con intensidad. Un calor interno que le encendía el