Alessandra de Marchetti apretó el rosario entre los dedos cuando Carter terminó de hablar.
—¿Estás seguro? —preguntó por tercera vez—. ¿De verdad están bien?
—Sí, señora —respondió Carter con respeto—. Aria y Sofía están a salvo. Ya están en la mansión.
Elio soltó el aire que llevaba horas conteniendo.
—Gracias a Dios… —murmuró—. Esa niña no merecía nada de esto.
Alessandra se sentó lentamente, aún pálida.
—¿Qué ocurrió? ¿Fue un intento de robo? ¿Un ataque político? —preguntó—. No entiendo por qué alguien querría hacerles daño.
Carter bajó la mirada un segundo, midiendo cada palabra.
—Aún se investiga. Lo importante es que Victtorio reaccionó a tiempo.
—Mi hijo… —Alessandra sonrió con orgullo—. Siempre fue impulsivo, pero tiene buen corazón.
Elio asintió.
—Solo espero que esta pesadilla termine aquí. Aria ya ha sufrido demasiado.
Carter no respondió.
Porque sabía que no había terminado.
Solo había cambiado de forma.
***
Ginna no tocó el café.
Lo observó enfriarse mientras jugaba con l