Dos días después, cuando el sol alcanzó la mitad del cielo, los vigilantes del perímetro avisaron por enlace mental a Adrian.
—Alfa Adrian, el Alfa de Estrella Plateada está en la entrada del territorio.
Adrian se detuvo de inmediato, firme, alerta, con esa postura que imponía respeto incluso sin intentar.
—Permitan el ingreso. Acompáñenlo hasta la casa de la manada.
Cerró el enlace y abrió otro, dirigido a su familia.
—Viktor está aquí. Reúnanse en la entrada.
Diana ya lo sabía. Desde temprano había recibido mensajes de Viktor confirmando que llegaría al mediodía. Desde ese momento todo en ella había sido caos. Abrió su armario entero, se probó cuatro vestidos, se cambió cinco veces y aún no sabía qué ponerse. Quería verse linda para él. En los Juegos él la había visto como guerrera; ahora quería que la viera como la loba más hermosa de Luna Creciente.
Mientras estaba midiendo un sexto cambio, Emili entró sin tocar. Observó el desastre de ropa en el suelo y a su hija parada con el pr