La primera noche de Viktor en Luna Creciente llegó más rápido de lo que Diana esperaba. Toda la casa de la manada estaba en movimiento: guerreros reforzando patrullas, jóvenes entrenando, Emili y las omegas preparando té, Adrian ajustando protocolos de seguridad. Pero, aunque nadie lo decía en voz alta, todos pensaban lo mismo:
El alfa de Estrella Plateada estaba allí.
Adrian había dejado las reglas claras: Viktor dormiría en la cabaña de huéspedes, no lejos de la casa principal. Emili lo recibió con amabilidad controlada: cualquier movimiento extraño sería reportado. Nikolai y Claus lo acompañaron buena parte del día, evaluándolo sin disimulo. Sofía lo observaba con ojos brillantes, enviándole mensajes mentales a Diana cada vez que él hacía algo “perfecto”.
Diana solo quería esconderse bajo tierra.
Cuando cayó la noche, Viktor se acercó a ella con una expresión tranquila, algo que contrastaba con la tensión de la familia.
—¿Quieres salir a correr un rato? —preguntó.
Diana sonrió leve