Cuatro días.
Cuatro días completos sin salir de la cabaña que Emili había preparado con la precisión de una luna veterana. Diana aún se preguntaba cómo era posible que su madre supiera exactamente qué necesitarían… sin preguntar nada. Dejó provisiones, ropa, agua, mantas, y hasta notas que decían “descansen” con una carita feliz.
Pero después de tantas lunas sin saber qué era sentirse amada… y después de la ceremonia… y después de entregarse por completo a Viktor, Diana simplemente no había tenido motivo para abrir la puerta.
Ni uno solo.
Viktor tampoco.
Sin embargo, al amanecer del quinto día, ambos sabían que ya no podían retrasarlo más.
Cuando finalmente salieron de la cabaña, la luz del bosque casi los cegó. La brisa fresca golpeó sus rostros con un olor familiar a pino, humedad y tierra viva. Diana entrelazaba sus dedos con los de Viktor, caminando despacio, sin prisa, como si todavía le costara volver al ritmo del mundo real.
La marca en su cuello ardía suavemente.
La de él tamb