Capítulo 21.
Salí del baño todavía con el sabor de sus besos en la boca, con la piel erizada y el corazón golpeando como si me hubiera tragado fuego. Me odié por eso. Odié el temblor en mis manos, la respiración agitada, ese calor bajo la piel que no quería admitir. No era mío, no podía serlo. Era de la otra, de la Camila muerta, la sumisa, la que se dejó traicionar y no supo defenderse. Yo no. Yo había aprendido a sobrevivir, a matar con la cabeza fría. Y sin embargo… ahí estaba, perturbada, con la memoria del cuerpo respondiendo a un hombre que debía odiar.
Me repetí una y otra vez que no era yo. Que eran los recuerdos de ella. Que no debía confundirlos con los míos. Pero la sensación no desaparecía.
La noticia del viaje repentino llegó como una bofetada. Amelia entró con la agenda y su voz tranquila, como si no estuviera soltando una bomba.
—Señora, el presidente ha ordenado adelantar la gira por las provincias. Salimos esta misma noche.
Lo miré. Carlos tenía esa sonrisa satisfecha de quien cre