CAPÍTULO 125 — EL FINAL.
Han pasado dos meses desde que di a luz a Ethan, Liam y Noah, y el palacio de Zafir se siente más vivo que nunca. Esta mañana, con el sol calentando el jardín y el aire oliendo a hierba fresca y jazmín, saqué a los trillizos a tomar el sol por primera vez desde mi cuarentena. Los coloqué en una manta suave bajo un roble, sus cunas portátiles a un lado, sus respiraciones tranquilas mientras dormían. Ethan, con su cabello negro, se removía un poco; Liam, de ojos azules, tenía un puño cerrado; Noah, mi pequeño rubio, parecía soñar, su rostro sereno. Los miraba, mi corazón hinchado de amor, un amor tan grande que apenas cabía en mi pecho. Desde un extremo del jardín, las risas de Lila y Mara llenaban el aire, sus trenzas castañas rebotando mientras corrían, perseguidas por Carlos. Él, con su túnica negra desabotonada, fingía tropezar para dejarlas ganar, sus carcajadas profundas uniéndose a las de ellas. Verlo así, libre y feliz, hacía que mi alma se sintiera completa.
Sentada en la manta