CAPÍTULO 122 — EMBARAZO DE ALEXANDRA.
El palacio de Zafir, con sus torres negras brillando bajo el sol de otoño, vibraba con una energía nueva. Alexandra, aún emocionada por la noticia de su embarazo, sentía el corazón ligero, la promesa de la diosa resonando en su mente. Cada mañana, despertaba con una mano en su vientre, el calor de la vida creciendo dentro de ella.
La rutina familiar seguía llenándola de alegría: levantarse al alba, el aire fresco colándose por las ventanas, y entrar en la habitación de Lila y Mara. Las gemelas, con sus trenzas castañas deshechas por el sueño, reían mientras Alexandra las ayudaba a ponerse vestidos de lino azul o rosa, cepillando su cabello con suavidad. Luego, los cuatro desayunaban en el jardín, bajo un roble frondoso, el aroma a pan caliente y miel mezclándose con el rocío. Carlos, con su túnica negra, hacía muecas para arrancar risas a las niñas, mientras Alexandra, en una túnica verde, observaba, su sonrisa ocultando los mareos matutinos que comenzaban a aparecer.
El tiempo volaba