CAPÍTULO 123 — EL PARTO.
La barriga de Alexandra crecía cada día, redonda y pesada bajo sus túnicas, un recordatorio constante de la vida que llevaba dentro. Sentía las patadas, pequeños golpes que la hacían sonreír, aunque a veces, por su fuerza, se preguntaba si serían más de uno. En su cama, rodeada de mantas tejidas y el aroma a lavanda de las sábanas, se aferraba a la serenidad, al amor de Carlos y a las risas de Lila y Mara. Las gemelas, con sus vestidos de lino y trenzas castañas, trepaban a su lado, tocando su vientre con asombro. "¿Ya viene el bebé, mamá?", preguntaba Lila, sus ojos grandes. Alexandra reía, acariciando sus mejillas. "Pronto, pequeña." Carlos, siempre cerca, le traía infusiones para las fiebres o frutas para sus antojos, sus manos firmes sosteniendo las suyas. El palacio, con sus paredes de mármol y jardines fragantes, era un refugio de paz, aunque las fiebres de Alexandra la mantenían en reposo, tejiendo mantas de lana azul, blanca y rosa, soñando con el hijo que pronto conocería.
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