64. Bajo la piel del enemigo.
La sala se despliega ante mí envuelta en una penumbra que no solo oculta los contornos de los cuerpos presentes, sino que parece absorber los sonidos, diluyendo cada susurro en un eco que no encuentra salida, un reducto secreto donde las sombras se estiran y se encogen con la luz vacilante de los candelabros colgados del techo, un escenario donde cada respiración se siente amplificada, cada gesto cargado de significado, cada mirada una promesa de peligro latente. Los líderes de las facciones más poderosas se han reunido aquí, conscientes de que el equilibrio pende de un hilo tan delgado que un simple movimiento podría desatar la guerra total, y en esa atmósfera densa, impregnada de tensión, de ambiciones contenidas y alianzas precarias, aparece él: Averis, surgiendo de entre los murmullos como una sombra que se niega a desaparecer, como un predador que se muestra para recordarte que siempre ha estado allí, acechando, implacable.
Cada uno de sus pasos es deliberado, medido, y a la vez