63. La Sombra que Retorna.
Y entonces llega la noticia que nadie quiere escuchar, aunque todos la esperamos, como si la tragedia se arrastrara en silencio desde hace días, acechando cada paso y cada respiración, pero sin atreverse a mostrarse hasta este instante exacto, frío y definitivo: uno de los más leales entre mis seguidores, alguien que camina a mi lado desde los albores de todo, muere. La causa, dicen, es un accidente, un simple desliz, un error que la tierra reclama como suyo, pero incluso mientras las palabras resuenan en mis oídos, siento la sombra de Averis extendiéndose con sigilo, lenta y letal, insidiosa como un veneno que no se detiene, y la marca de su presencia comienza a manifestarse en mi territorio, un signo ominoso que no es solo espiritual, sino tangible, físico, implacable, un recordatorio de que su avance no puede ser ignorado ni desafiado.
La noche cae sobre el santuario con una lentitud cruel, y mientras permanezco sola entre la penumbra de las lámparas y la fragancia densa de inciens