Cuando el Alfa Artem rechazó y expulsó a Génesis, la loba albina, de su manada, nunca imagino volver a verla de nuevo, pero la soledad que su corazón sentía, lo hizo buscar desesperado a la Luna perdida que abandonó por un falso amor. Aquel aroma irresistible que despertaba sus más oscuros instintos, lo guío directamente hacia aquella loba rechazada de cabellos de plata que una vez le juró amor eterno. Génesis ha hecho su vida en el mundo humano, y aquel Alfa que la rechazó, ha regresado para convertirse en su sombra poniendo en riesgo su mas grande secreto. ¿Podrá el perdón nacer dentro de un corazón herido? ¿O el rencor del pasado será quien marque los destinos de ambos?
Leer másLa Luna destinada para un Alfa, compartía un vínculo irrompible y eterno con él. Eso era lo que le dijeron a Génesis Kale durante toda su vida, mientras era criada para ser la única Luna del Alfa Artem, quien ahora la miraba con asco y desprecio mientras abrazaba a la loba Ayla por la cintura.
— Exijo una explicación, ¿Por qué has decidido abandonarme por mi propia hermanastra? ¡Dime qué fue lo que hice mal para merecer tu rechazo, Alfa Artem! —
Aquella loba albina de cabellos de plata y ojos violeta que a ratos se notaban carmín y casi tan rojos como la sangre, gritó por una explicación que sabía que no le sería dada. Su alfa acababa de rechazarla.
Artem se acercó hacia Génesis para mirarla a los ojos; aquella loba tan pálida como la luna y frágil como el cristal, no era lo que él había deseado como su compañera para la eternidad, y mirando de soslayo a la loba Ayla de piel morena como el fuego y ojos salvajes tan verdes como el bosque, sintió asco de aquella loba albina que ya había dormido en su lecho.
— Génesis, la loba blanca de mal augurio, te rechazó ahora y te rechazó para siempre, he tomado como mi nueva Luna a Ayla Kale, y en este momento te expulso de la manada London. Te dejaré marchar sin pertenencia alguna, y si te rehúsas a irte, te mataré con mis propias garras y derramare tu sangre sobre la tumba de tu padre y de tu madre. — dijo el Alfa Artem tomando a la loba albina por el cuello, para luego hacerla caer con violencia sobre el suelo.
La loba Ayla soltó una risa burlona, y mirando a su hermanastra con aires de superioridad, le escupió en la cara.
— Lárgate de una vez, sucia huérfana. Los lobos blancos cargan consigo una maldición, y el Alfa Artem ha sido bastante amable contigo al dejarte ir sin castigo alguno por intentar maldecir a su linaje. Un heredero nacido de tu casta, solo ensuciara a la sangre pura de la manada London, y fue un error del Alfa Maserati el criarte para ser la Luna de su sucesor. ¡Lárgate ahora mismo, asquerosa loba blanca! — gritó la loba Ayla con desprecio.
Limpiándose el rostro y sintiéndose humillada, Génesis vio como varios lobos de aquella manada que la habían acogido cuando era solo una huérfana, se burlaban de ella y la miraban con asco. Aquellas personas que nunca antes le habían mostrado desprecio alguno, la estaban rechazando.
— ¡Fuera, fuera, fuera! — gritaban coléricos muchos de esos mismos lobos que la criaron para ser la Luna del mismo Alfa que acababa de mostrarle sus desprecios.
Poniéndose de pie, miró al Alfa Artem y a la loba Ayla.
— Quiero que me devuelvas el collar de mi madre, es lo único que pido, entrégamelo Alfa Artem, y te juro que no volverás a verme. — pidió Génesis.
El Alfa Artem sacó de entre sus ropas aquel dije de piedra lunar en forma de luna creciente, que era una reliquia de la extinta familia de Génesis. Sosteniéndolo frente a la loba albina, lo dejó caer dentro de un charco de lodo entre los dos, y luego se burló.
— No necesito una reliquia m*****a, así que puedes llevártela, pero, tendrás que tomarla con la boca, ese es tu castigo por meterte en mi cama. — dijo con crueldad el Alfa.
Génesis apretó sus puños hasta que se volvieron rojos, y sus ojos destellaron con un fulgor infernal mientras maldecir internamente a aquel que debía amarla para la eternidad.
Hincándose frente a Artem, se agachó para tomar con la boca aquel collar que era el tesoro más preciado para ella, y al lograr sacarlo, sintió el sabor de la tierra humedecida en sus labios ahora manchados de lodo. Poniéndose nuevamente de pie, se limpió la suciedad de su rostro, y miró con odio al Alfa y a su nueva Luna.
— Te vas a arrepentir de esto, Alfa Artem, y con la madre Luna de testigo, te juro que un día lo lamentaras. — dijo mirando al Alfa Artem directamente a sus ojos de ámbar.
Todos los presentes se burlaron, incluido el Alfa Artem. Abrazando a Ayla de la cintura y caminando con ella hacia su lujosa mansión, dio una última mirada a la loba de cabellos plateados.
— Mi manada London, desde este momento la loba Génesis queda expulsada de mis territorios, y tomo a loba Ayla como mi nueva Luna. Háganle saber a esta sucia albina, que ya no es bienvenida en nuestras tierras. — ordenó Artem con desprecio.
Pronto, todos los lobos que se habían reunido, comenzaron a aullar amenazantes, y tomando tierra del suelo, la arrojaron contra Génesis para hacerla salir de allí.
Su vestido de seda rosa ahora estaba manchado de barro, en su rostro quedó el rastro del lodo que probó con sus labios, y sosteniendo aquel collar entre sus manos, la Loba Génesis corrió hasta quedar exhausta y que sus piernas perdieron las fuerzas, aquel dolor que sentía, aquella humillación sufrida y el sentimiento de soledad que la embargaba, la hicieron sentir una rabia como nunca antes la sintió.
En aquellos verdes y solitarios prados, y con la luna sobre ella, Génesis maldijo aquellas tierras y a su dueño. Nunca más volverían a romperle el alma y el corazón. Llegando a aquella carretera olvidada por dios, derramó sus lágrimas y con sus pies sangrando por el esfuerzo, Génesis vio como un auto se paraba a un costado de la carretera, y un hombre con olor a humano se acercaba hasta ella.
— ¿Estás bien jovencita? ¿Puedo ayudarte? — dijo aquel anciano extendiendo su mano hacia ella.
Notando la amable mirada de aquel viejo humano, la loba Génesis sollozo.
— Por favor, llévame lejos de aquí. — suplicó.
Aquel anciano la ayudo a levantarse, y subiendo a su auto junto a él, Génesis vio como aquella tierra que la acogió y que la vio crecer, iba quedando cada vez más atrás.
En la mansión London, Ayla yacía desnuda en los brazos del Alfa Artem. Finalmente había seducido a ese lobo, y se había convertido en su nueva Luna, mientras Artem sintió una repentina inquietud, pero negándose a ello, besó a su amante.
— Nunca más volveré a ver a Génesis Kale. — musitó.
Sosteniendo entre sus manos aquel collar antiguo, Génesis juro jamás volver al Alfa Artem.
El sonido de aquella arma enterrándose en la carne, fue seguido de la sangre que brotaba. Los ojos violetas de Génesis, derramaron lágrimas en el silencio.De los labios de Niccolo Salvatore, su sangre derramaba en hilillos, y mirando de soslayo, el cazador de cabellos rubios pudo ver a Génesis derramando lágrimas de dolor, mientras sus pálidas manos sostenían con firmeza aquella daga que él le había obsequiado una vez. Aquella daga, la tenía clavada en la espalda…a la altura de su corazón.—¿Por qué? Génesis… ¿Por qué no has podido amarme?... ¿Por qué no has podido elegirme? — musitó Niccolo cayendo con aquella daga enterrada en su cuerpo.Artem enmudeció al mirar a su amada Génesis apuñalando por la espalda a Niccolo Salvatore.Las manos de Génesis se habían machado con la sangre de aquel hombre que fue su primer amigo…de aquel que fue como su hermano. Derramando lágrimas, Génesis se acercó a Niccolo, y recargo su cabeza en sus piernas, y mirándolo a los ojos de cielo nublado, sollo
—Finalmente llegó la hora de nuestro encuentro, Artem Kingsley…es momento de saber quién de nosotros será digno de ser el hombre de Génesis…y puedo jurarte, que morirás en mis manos, Alfa. — dijo Niccolo mirando con desprecio a aquel que se lo había arrebatado todo.Artem le devolvió aquel desprecio al cazador de cabellos rubios, y mirándolo con odio, alzó los puños.—Génesis es libre de escoger su propio camino…y ya lo ha hecho. Yo, miserable cazador, te haré pagar con sangre lo que a ella le has hecho. — respondió Artem sin darse cuenta de aquella gema que rebosaba sobre la chimenea de aquel gran salón.Niccolo se mofó de aquello dicho por Artem Kingsley.—Amas a Génesis, Artem Kingsley…pero no tienes derecho a ella como yo tampoco lo tengo. Tú la traicionaste y rechazaste, y mis manos están manchadas de sangre inocente…ninguno de nosotros es digno de ella y sé que lo sabes, aun así, dejas a ella la decisión de elegir a uno de nosotros…y es claro que es a ti a quien ha elegido. Si m
La mansión Montefeltro lucia tal y como había lucido siempre. Solemne y antigua, su hogar ancestral hablaba de tiempos gloriosos en los que el cazador era una importante parte de la sociedad en aquellos siglos remotos cuando las personas aun creían en las leyendas de los hombres lobos y los vampiros. Entrando caminando a sus jardines, Leopoldo echó de menos a sus padres, amables y orgullosos cazadores que habían sido parte de aquella leyenda ya poco conocida, y que le habían enseñado el respeto hacia otros sin importar sus orígenes o su raza…aquella mansión lucia tal cual había sido siempre…pero el, ya no era el mismo.Observando los campamentos de los lobos rezagados que habían logrado huir o sobrevivir a las crueles masacres hechas por los Salvatore, sintió un gran pesar por todos ellos, pues todo lo único que había podido ofrecer, fueron sus tierras como un refugio.—¿Crees que todos se sorprendan al mirarte? — cuestionó Renaud Leroy, quien se había quedado junto a él en el castill
Aquella noche, Giles Levana miraba la luna llena…aquella luna azul que debía de ser bajo la cual tomara a Génesis por vez primera…nada ni nadie lo había preparado para todo lo que en el camino había surgido. Se sentía vacío, impotente; su único deseo no se había vuelto una realidad, y todo parecía haber puesto por el maldito destino como si este hubiese estado en su contra desde el comienzo. Toda su niñez, encerrado en aquella casa, toda su temprana juventud en soledad, había permitido que su mente volara en sus agitadas imaginaciones en donde él se reunía de nuevo con su hermana gemela, y juntos reconstruían el imperio que su familia alguna vez había sido…juntos…juntos…los hijos que ahora otra llevaba en su vientre, los soñó en el vientre de Génesis, mientras juntos enfrentaban al mundo y a su crueldad estando el uno para el otro incondicionalmente, amándose como hermanos, amándose como compañeros…amándose…tan solo amándose.El lobo blanco se sentía un completo perdedor; nada más que
Una lluvia ligera caía sobre Italia, y Génesis Levana observaba sus manos ennegrecidas completamente. Estaba recostada, mirando las gotas de lluvia caer y golpearse contra los altos ventanales de su alcoba, pues sus débiles fuerzas ya no le permitían mantenerse en pie. Sentía frio, un frio tan atroz como nunca antes había sentido, diferente de todos los que alguna vez en su vida había experimentado…aquel que sentía, era un frio que le mantenía helado el cuerpo y desconsolada el alma.¿Iba a morir por aquella maldición?, ¿Iba a morir junto a su hijo no nacido sin jamás lograr sostenerlo entre sus brazos, y sin volver a besar los labios de su amado Artem Kingsley nunca más?Génesis se sentía sola, tan rota por el dolor sufrido, y tan triste que las lágrimas no paraban de brotar…y tan solo deseaba ver a su Artem una vez más y le permitieran morir entre sus brazos…aquello era todo lo único que deseaba en ese instante.—Artem… — musitó la hermosa loba blanca, antes de quedarse nuevamente d
Niccolo Salvatore observaba con indiferencia el noticiero matutino. La mansión Salvatore, estaba bajo un poderoso hechizo que no le permitiría el acceso a nadie más que no fuesen licántropos, otros cazadores, y los Alfas Artem Kingsley y Giles Levana; su padre, al parecer, ya estaba enterado que la policía estaba tras ellos, y se había ocupado de proteger a la mansión de cualquier ojo humano común y curioso que pudiese entrometerse en sus asuntos. Aquel viejo miserable había sido de mucha ayuda después de todo.Fuera del recinto, la policía mantenía rodeada la antigua edificación, sin embargo, les había resultado imposible entrar; todo aquel que intentaba acercarse y penetrar en la mansión Salvatore, caía desmayado sin importar quien fuera o lo que hicieran. Un joven policía llegado de Rumania como apoyo y quien también estaba tras la pista de los Salvatore italianos desde el terrible incidente del convento, observaba con el ceño fruncido el edificio. Algo más estaba pasando, había ded
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