Cruzando hacia el otro lado (Corazones Grises) es una historia preciosa, que ocurre en Tánger, Marruecos, cuando una extranjera visita la ciudad, y no precisamente por voluntad propia. Allí conoce lugares maravillosos y a Alî, un musulmán con unas creencias un tanto toscas, que cambiará su vida radicalmente. Pero las cosas nunca son lo que parecen, y un encuentro fortuito puede convertirse en algo premeditado y peligroso. ¿Qué ocurrirá entre ellos? ¿Cambiará Alî esa forma tan machista que tiene de ver a las mujeres? ¿Qué ocurrirá cuando ella tenga que regresar a España? Si quieres saber más, quédate a leerla :D
Leer másLa iglesia estaba preciosa aquel día, estaba adornada con miles de flores blancas y un largo velo a cada lado, del mismo tono, rodeando las banquetas donde los feligreses estaban sentados. Todos y cada uno de ellos estaban allí, todos eran conocidos y amigos, todos esperaban con ilusión aquel momento, el momento donde dos personas que se amaban se unieran en matrimonio.
Al final de la alfombra roja, frente al altar, una muchacha vestida de novia se encontraba, llevaba un vestido hermoso, de mandas cortas, pero no llevaba velo, era algo que solía odiar.
El sacerdote comenzaba a impacientarse, al igual que la novia y los invitados, hacía más de media hora que él novio debería de haber llegado, pero aún no estaba allí. Tan sólo esperaba que Jairo no me hubiese dejado plantada en el altar, porque sí, aquella novia que esperaba para casarse, era yo.
El murmullo de feligreses comenzó a crecer, y pronto se hizo constante, como una mosca que revolotea de un lugar a otro en busca de algo que comer.
Tan sólo unos pasos, unos tacones chocar contra el suelo retumbaban más allá de aquel zumbido. Bárbara, mi cuñada, la hermana de aquel que me había dejado plantada caminaba hacia mí, provocando que todos la mirasen con interés, yo la primera, aunque temía y al mismo tiempo sabía que era lo que quería decirme.
Dejé caer el ramo al suelo y caminé hacia ella, que estaba en medio de la iglesia, mientras la gente e incluso el sacerdote me seguía con la mirada. Llegué hasta ella y seguí caminando, como si no la hubiese visto, provocando que la gente comenzase a llamarme, incluso el sacerdote, incluso ella, mientras yo aceleraba la marcha, más y más, hasta que empecé a correr, agarrando mi vestido para no tropezar con una sola dirección en la mente: la playa, el lugar donde Jairo y yo nos habíamos conocido.
Jamás pensé que Jairo haría algo como aquello, ridiculizarme así delante de todos en el pueblo. Tan sólo agradecía que mi padre no hubiese estado presente, pues había tenido que hacer una entrega con el camión en Francia.
Al final tantas peleas con él sobre aquel tema, sobre su trabajo, sobre lo ocupado que estaba incluso en el día de la boda de su hija… nada de eso importaba ya, al final, había sido mejor que estuviese ocupado, pues no hubiese soportado su rostro de decepción al verme abandonar el altar sin esposo.
¿Cómo podía Jairo haberme hecho aquello? Si bien era cierto, que nuestra relación no pasaba por el mejor momento, la relación se había vuelto monótona y fría con el paso de los tiempos, y cuando él había propuesto casarse se enfrió aún más con todos los preparativos, llegando hasta un punto en el que había terminado de prepararla sin él, porque él aseguraba agobiarse con todo aquello.
Aún recordaba la conversación que habíamos tenido la tarde anterior, cuando discutimos sobre todo aquello, pero, sinceramente, pensé que tan sólo sería un enfado más, de tantos. Pero una vez más, me había equivocado…
Caminé hacia el mar, y dejé que mis pies tocasen el agua, descalza, pues había dejado los zapatos en la arena y admiré el horizonte con dificultad, pues tenía el rostro plagado de lágrimas. Solté el vestido y bajé las manos, sintiendo como este se empapaba y pesaba más de la cuenta, pero no me importaba, en aquel momento nada importaba.
CAPÍTULO 23No llevábamos más de diez minutos en la carretera cuando Ali habló, asustándome con ello.Hay un coche siguiéndonos desde hace un rato – aclaró, haciendo que mirase hacia atrás, percatándome de que tenía razón, hacía ya largo tiempo que había visto a ese coche y de nuevo volvía a estar ahí – no te preocupes, no te harán nada.¿y a ti? – pregunté, mientras él negaba con la cabeza, intentando calmarme.En 15 minutos llegaremosÉl puso la radio, intentando que mi miedo se marchase, que me calmase, y luego me agarró de la mano, intentando transmitirme paz, y por largo rato ninguno de los dos hablamos, hasta que yo ya no pude soportarlo más.Pa
Mi padre me llamó esa semana, para indicarme que se quedaría en Granada tan pronto como entregase la mercancía, pues apenas había descansado durante el viaje.Y esa misma mañana, cuando preparaba la maleta para mi viaje la policía llamó a mi teléfono.Tenemos indicios para pensar que Abdul Ali, el contrabandista más respetado de Tánger ha contactado con usted – comenzaba una mujer policía, mientras yo tragaba saliva, aterrorizada – ese tipo es peligroso, sabemos qué hará cualquier cosa para conseguir lo que se propone. Intenta colocar droga en nuestro país. Le rogamos que si el sujeto vuelve a ponerse en contacto con usted nos avise de inmediato.Temí por mi vida y por la de mi padre en ese justo instante. Salí a la calle, y corr&i
Después de aquel día la frecuentaba a diario, y no había vuelto a decirme nada sobre que la usaba o la engañaba.Me enseñó el pueblo entero y no dejaba de sonreír cada vez que estábamos juntos, era como si el tiempo no hubiese pasado, como si nunca se hubiese enterado de mis malas intenciones, como sí…Nos acostábamos todos los días, en mi hotel, y ella solía abrazarme después de hacerlo, como si tuviese miedo de perderme.Aquel día discutía por teléfono con mi primo…¿estás empezando a caer en tu propia mentira? – preguntaba él, molesto, justo después de que le dijese que aún era pronto para volver a Tánger, que quería quedarme un poco más al lado de Aurora - ¿o es que te has enamorado de
Cuando desperté aquella mañana, él se encontraba junto a mí, acariciándome el ombligo con la yema de sus dedos. Haciéndome comprender que de nuevo habíamos vuelto a acostarnos.Me levanté de la cama, enfadada conmigo misma, y empecé a vestirme con rapidez, provocando que él lo hiciese también.Esto no puede volver repetirse – le espeté, molesta, frente a él, que me impedía caminar hacia la puerta de su habitación - ¡por dios santo! Eres el hombre que me engañó, que me usó sólo para conseguir… - pero me detuve al sentir su mirada sobre mis labios – deja de mirarme así – le imploré.Me besó de nuevo, provocando que me olvidase de todo, de nuevo, y me aferrase a sus labios.Me quit
Me desperté en mitad de la noche, con una fuerte punzada de hambre, apenas había almorzado, y después de visitar su casa, no me había dado tiempo a volver a comer.Me acerqué al filo de la cama y volví la cabeza para mirarle, de nuevo estaba hermoso, durmiendo sobre su cama de aquella manera. Sonreí al verle allí, junto a mí, pero perdí la sonrisa tan pronto como me di cuenta de que él no era mío, tan sólo estábamos cometiendo equivocaciones, porque aquello nunca podrí funcionar.Recogí la ropa del suelo y me vestí con ella, apresuradamente, y sin que él pudiese hacer nada, salí de la habitación, caminando a paso ligero hacia recepción, para luego dirigirme hacia casa.Aquello había sido un error, una equivocación, y parecía que
Mi padre estaba tan ilusionado con aquel nuevo transporte, que me parecía inhumano decirle la verdad, decirle que nos estaban utilizando para transportar droga desde el puerto de Algeciras hasta Granada. Así que mantuve mi bocaza cerrada durante dos largos días, pero al tercer día, en el que le escuché hablar maravillas de Alí el árabe, no pude evitar levantarme de la mesa, molesta y salir huyendo hasta su hotel.Sabía de aquel lugar por mi padre, pues ya se habían reunido en su habitación varias veces, para ultimar los detalles de la recogida y de la entrada.Cuando llegué a su hotel estaba completamente empapada a causa de la maldita lluvia que había comenzado a caer sobre mí cuando apenas salí de casa.Llamé a su puerta con insistencia, observando como él abrí
Último capítulo