Cuando Valeria Méndez pensó que su vida estaba encaminada, la cruel traición de su prometido destrozó todo a su paso. Humillada y convertida en el centro de un escándalo que la dejó sin nada, juró no volver a confiar en nadie… y mucho menos en otro hombre con poder. Pero cuando aparece Adrián Montero, el enigmático y peligroso heredero prohibido, le hace una propuesta imposible de rechazar: un matrimonio por contrato que la pondrá de nuevo en la cima y que, al mismo tiempo, le permitirá vengarse de quien la rompió. Adrián no cree en el amor. Aprendió desde pequeño que los sentimientos son armas que se pueden usar en su contra. Para él, este matrimonio es solo un negocio… hasta que Valeria comienza a desafiarlo con cada mirada, con cada palabra, con cada roce accidental que se siente demasiado real. Lo que empezó como una alianza por conveniencia se convierte en una batalla entre el deseo, el miedo y los secretos que ambos ocultan. Pero cuando el pasado regresa para destruirlos, deberán decidir si su amor es lo suficientemente fuerte como para desafiar el destino… o si solo fueron piezas en un juego más grande de lo que imaginaban. 💔 Un contrato los unió. Un secreto puede separarlos. ¿Podrán luchar contra lo prohibido o terminarán consumidos por él? 🔥
Leer másValeriaSi alguien pensó que al convertirme en la señora Montero me iba a dedicar a tomar martinis en la piscina mientras esperaba a que Adrián volviera a casa como un buen esposo ficticio… se equivocó de novela. Y de mujer.No nací para ser florero. No ahora. No después de haber perdido tanto.Mi nueva rutina no incluye pilates, ni brunch con esposas aburridas que fingen orgasmos emocionales por una cartera nueva. Yo me levanto temprano, me visto con tacones afilados como navajas y entro al edificio de Montero Group como si tuviera sangre azul en las venas… porque de alguna forma, ahora la tengo.Adrián pensó que iba a quedarme en casa. Sonrió con suficiencia cuando le dije
AdrianLa firma del contrato fue una victoria. Lo supe en el instante exacto en que Valeria estampó su nombre con rabia contenida y los labios apretados. Parecía querer clavarse el bolígrafo en la mano antes que rendirse, y sin embargo, lo hizo. No porque confiara en mí —todavía no hemos llegado tan lejos—, sino porque el orgullo es una fuerza poderosa… y ella está hambrienta de venganza.Y yo, claro, soy la herramienta perfecta para eso.Durante años he jugado este juego con una precisión quirúrgica. Tomar, calcular, ejecutar. Las emociones estorban. El caos se controla. Y las mujeres… se mantienen lejos del corazón. Todo encajaba, cada movimiento, cada provocación. Hasta ella.
ValeriaEl sonido del bolígrafo raspando el papel debería haber sido liberador.Pero no lo fue.No hubo satisfacción. Ni poder. Ni siquiera alivio. Solo un silencio incómodo que se coló entre nosotros como un fantasma. Lo firmé. Firmé el maldito contrato. Y, con cada letra de mi nombre garabateada sobre la línea, sentí cómo mi antigua vida se desmoronaba sin hacer el menor ruido.Levanté la vista y Adrián seguía ahí. Inmóvil. Observándome como si hubiera ganado la mejor subasta de su vida. Frío, calculador… y condenadamente atractivo. El tipo de hombre que huele a peligro y te hace desear correr… directo hacia él.
AdrianSiempre me ha gustado ganar.No por el placer simple de la victoria, sino por el proceso: la estrategia, el movimiento de piezas, el silencio previo al jaque mate. Y hoy… la reina que quiero en mi tablero acaba de entrar en la sala.Valeria D’Angelo.Con ese vestido negro ceñido que no deja lugar a la imaginación, pero tampoco la satisface. Una contradicción hecha carne. Elegante, mortal, preciosa.Y furiosa.—¿Esto es una reunión o un interrogatorio? —pregunta sin molestarse en saludar, dejando su bolso sobre la mesa como si arrojara una daga.No sonrí
ValeriaLos espejos ya no me devuelven el reflejo que solían mostrar. Antes veía a una mujer elegante, compuesta, con la postura perfecta y la sonrisa medida al milímetro. Ahora… solo veo a una sombra con los labios partidos por la ansiedad y las ojeras de quien no ha dormido en días.El vestido de satén que mi madre insistió en que usara para las fotos previas a la boda aún cuelga de la percha en la esquina de mi habitación, como un insulto. Blanco, impoluto, tan ciego como yo fui.Leonardo no contesta mis llamadas. Mi padre. El mismo que me educó a base de silencios prolongados y lecciones de poder mal digeridas. El que me vendió a la alta sociedad como una obra de arte sin emociones. Ahora me ignora, me borra, como si n
AdrianLos débiles juegan al ajedrez con las emociones. Los fuertes, con los resultados.La diferencia entre una jugada brillante y una tragedia pública es simple: el tiempo. Y yo siempre he sabido cuándo mover la pieza correcta. Valeria D’Angelo era un peón que no supo ver el tablero completo… hasta que la destruyeron en vivo y en directo. Qué irónico. La perfecta princesa humillada frente a millones. Y yo… disfrutando cada segundo desde mi oficina de cristal, con una copa de whisky en la mano y el reloj marcando la caída.No hay espectáculo más exquisito que ver arder a un imperio… cuando tú sostienes el fósforo.—¿Ya lo publicaron? —pregunt&ea
Valeria¿Alguna vez sentiste que el mundo entero se reía de ti? No por algo menor como caer con tacones en medio de una fiesta o confundir un nombre. No. Me refiero a la clase de humillación que se transmite en vivo, que se convierte en tendencia en redes, que hace que tu teléfono no deje de vibrar con notificaciones que no quieres ver. Que hace que tu nombre —el que tus padres tanto orgullo sintieron al darte— se vuelva sinónimo de burla nacional.Así me sentía yo.Un vestido de novia hecho a medida, manchado no de vino ni de lágrimas, sino de traición. Aún lo llevaba puesto. Me negaba a quitármelo. No porque me aferrara a él… sino porque despojarme del vestido era aceptar por completo que todo había terminado. Y aún no estaba lista para eso.No me movía del sofá. Estaba hundida en la casa de campo que había pertenecido a mi abuela. Lejos de la ciudad, lejos de los D’Angelo. Mamá insistía en que regresara a casa. Que saliera a dar la cara. “Como una verdadera D’Angelo”, me había dich
AdrianLa venganza no es un plato que se sirve frío. No, la venganza es un arte. Y yo he pasado años perfeccionándolo.Me recuesto en el enorme sofá de cuero negro de mi oficina, con un whisky en una mano y el teléfono en la otra. La pantalla ilumina el rostro de Valeria D’Angelo, aún con el vestido de novia, rota, devastada, humillada frente a cientos de invitados y millones de espectadores en internet. Es un espectáculo patético, pero también fascinante. Porque en su desgracia, yo veo una oportunidad.—No puedo creer que Leonardo sea tan imbécil —murmuro para mí mismo, dando un sorbo al whisky.Leo. El hombre que más odio en este mundo. El mismo que hace años me arrebató todo sin pensarlo dos veces.Un golpe en la puerta interrumpe mis pensamientos. Es Gael, mi mano derecha. Entra con una sonrisa socarrona y un sobre en la mano.—Pensé que te gustaría ver esto —dice, dejándolo sobre mi escritorio de cristal.Levanto una ceja y lo abro. Fotografías, documentos, extractos de conversaci
ValeriaEl vestido blanco de encaje ajustaba mi cuerpo a la perfección. Cada detalle había sido elegido con precisión: la pedrería en el corsé, la caída de la falda, el velo bordado con perlas diminutas que brillaban bajo la luz de la enorme cúpula de la iglesia. Parecía sacado de un sueño… o mejor dicho, de una mentira cuidadosamente elaborada.Mi corazón latía con fuerza, pero no por nerviosismo o emoción, sino porque algo en mi interior se revolvía con una inquietud inexplicable. Aferré el ramo con fuerza y respiré hondo, diciéndome a mí misma que todo estaría bien. Que en unos minutos caminaría hacia el altar, que Leonardo me esperaría con su sonrisa perfecta y que nuestras familias quedarían unidas en el matrimonio que todos esperaban.Entonces vi a mi padre abrirse paso entre los invitados con el rostro desencajado.—Valeria… —Su voz era un susurro tenso, pero lo suficientemente fuerte como para que mi estómago se encogiera.—Papá, ¿qué pasa? —pregunté, sintiendo cómo la inquietu