Cuando Valeria Méndez pensó que su vida estaba encaminada, la cruel traición de su prometido destrozó todo a su paso. Humillada y convertida en el centro de un escándalo que la dejó sin nada, juró no volver a confiar en nadie… y mucho menos en otro hombre con poder. Pero cuando aparece Adrián Montero, el enigmático y peligroso heredero prohibido, le hace una propuesta imposible de rechazar: un matrimonio por contrato que la pondrá de nuevo en la cima y que, al mismo tiempo, le permitirá vengarse de quien la rompió. Adrián no cree en el amor. Aprendió desde pequeño que los sentimientos son armas que se pueden usar en su contra. Para él, este matrimonio es solo un negocio… hasta que Valeria comienza a desafiarlo con cada mirada, con cada palabra, con cada roce accidental que se siente demasiado real. Lo que empezó como una alianza por conveniencia se convierte en una batalla entre el deseo, el miedo y los secretos que ambos ocultan. Pero cuando el pasado regresa para destruirlos, deberán decidir si su amor es lo suficientemente fuerte como para desafiar el destino… o si solo fueron piezas en un juego más grande de lo que imaginaban. 💔 Un contrato los unió. Un secreto puede separarlos. ¿Podrán luchar contra lo prohibido o terminarán consumidos por él? 🔥
Leer másAdrianTodo comenzó con un sobre. Sin remitente. Sin logo. Sin rastro.Negro. Del tipo que huele a tinta vieja y advertencia. Estaba en mi escritorio cuando llegué a la oficina esa mañana, entre los informes de inversiones y los documentos de la nueva alianza con Corea. Nadie supo decir quién lo dejó. Ni en recepción, ni mi asistente personal, ni siquiera los de seguridad.Y eso me jodió.Me senté con el ceño fruncido, lo observé un segundo largo. No tenía nombre escrito, pero algo en mi interior —esa maldita intuición que desarrollas cuando tu apellido pesa más que tus pe
ValeriaMe obligaron a asistir. No con palabras, claro. Con miradas, con insinuaciones veladas, con esa habilidad de Adrián para envolver una orden en terciopelo y hacerla sonar como una invitación.—Es un evento importante —me dijo, sin apartar la vista del móvil mientras me entregaba la invitación—. Benéfico. Prensa, donantes, la crema de la élite. Ya sabes… esos que se creen mejores por pagar la cena más cara de la ciudad.Lo miré con las cejas alzadas.—¿Y quieren que yo finja ser tu esposa enamorada?Él sonrió, con ese gesto ladino que me provocaba ganas de besarlo o golpearlo. A veces ambas.<
AdrianLa noticia llegó con la misma sutileza con la que estalla una bomba.—Tu madre está en camino —me informó Teresa con la voz tensa, como si acabara de ver al fantasma del patriarca regresar de entre los muertos.—¿Qué? —mi respuesta fue automática, cargada con la incredulidad de quien sabe que los muertos no regresan, pero las Montero sí. Y cuando lo hacen, es para recordarte quién manda de verdad.—Dijo que quiere “conocer a tu esposa”. —La palabra esposa salió de los labios de Teresa como si se tratara de una herejía.Mamá no venía a esta casa desde que papá mur
ValeriaHay algo en esta casa que no encaja. No me refiero a la frialdad de sus paredes de mármol, ni al silencio espeso que se cuela por los ventanales como si se escondiera algo en cada sombra. Es otra cosa. Un murmullo detrás de las puertas cerradas. Una presencia que se siente… antigua.Desde que llegué, he aprendido a convivir con los espacios que Adrián habita a medias. La cocina, su despacho, nuestra habitación con camas separadas —por supuesto— y ese largo pasillo que lleva al ala oeste, que siempre permanece cerrada con llave. Hasta hoy.Esta mañana, una de las mucamas olvidó cerrar la puerta del ala oeste al salir con una cubeta. Y sí, lo pensé. Podría haber seguido mi camino como si nada, continuar c
AdrianNunca me había importado mucho lo que los demás dijeran de mis decisiones. Me he ganado enemigos con un simple gesto, socios con una firma y amantes con una sonrisa. Pero desde que Valeria puso un pie en la empresa, hay una tensión en el ambiente que me resulta… jodidamente insoportable.No por ella. Por lo que provoca.La veo cada mañana cruzar la recepción con esos tacones que anuncian su llegada antes de que la vea. Siempre con la cabeza en alto, el cabello recogido y esos labios cerrados con una determinación que no le conocía. En la empresa nadie se atreve a subestimarla. No después d
ValeriaEl beso aún me ardía en los labios, y no precisamente por placer. Fue una declaración de guerra. Un recordatorio público de a quién “pertenecía” ahora. Y si bien los flashes de las cámaras se apagaron, el eco de ese momento seguía en mi cabeza como una canción pegajosa que no pedí escuchar.Desde aquella noche, decidí algo muy claro: no iba a permitir que Adrián Montero creyera que podía manejarme como una extensión de su imperio. No sería una decoración en su brazo ni un trofeo para exhibir en cenas benéficas. Si íbamos a jugar esta farsa, yo marcaría mis propias reglas. Y la primera de ellas era simple: distancia.El lunes me presenté punt
Último capítulo