Valeria
Me obligaron a asistir. No con palabras, claro. Con miradas, con insinuaciones veladas, con esa habilidad de Adrián para envolver una orden en terciopelo y hacerla sonar como una invitación.
—Es un evento importante —me dijo, sin apartar la vista del móvil mientras me entregaba la invitación—. Benéfico. Prensa, donantes, la crema de la élite. Ya sabes… esos que se creen mejores por pagar la cena más cara de la ciudad.
Lo miré con las cejas alzadas.
—¿Y quieren que yo finja ser tu esposa enamorada?
Él sonrió, con ese gesto ladino que me provocaba ganas de besarlo o golpearlo. A veces ambas.<