Valeria
El sonido del bolígrafo raspando el papel debería haber sido liberador.
Pero no lo fue.
No hubo satisfacción. Ni poder. Ni siquiera alivio. Solo un silencio incómodo que se coló entre nosotros como un fantasma. Lo firmé. Firmé el maldito contrato. Y, con cada letra de mi nombre garabateada sobre la línea, sentí cómo mi antigua vida se desmoronaba sin hacer el menor ruido.
Levanté la vista y Adrián seguía ahí. Inmóvil. Observándome como si hubiera ganado la mejor subasta de su vida. Frío, calculador… y condenadamente atractivo. El tipo de hombre que huele a peligro y te hace desear correr… directo hacia él.