Adrian
Nunca me molestó compartir. No en los negocios. No en la cama. No en nada que no significara control absoluto de mi parte. Pero hay algo en la forma en que Leonardo la mira que me crispa los nervios. No es deseo. Es arrepentimiento. Y lo detesto.
Valeria no es mía. No lo es. Me lo repito mientras ajusto el nudo de mi corbata y sonrío ante las cámaras. Es solo un peón. Un paso estratégico. Una jugada maestra.
Entonces, ¿por qué me arde el estómago cuando la veo hablando con él como si aún le importara?
¿Por qué me quema la sangre cuando ladea la cabeza al escucharlo, como si aún guardara recuerdos suaves de un amor que ya debería estar enterr