Mundo ficciónIniciar sesiónLa mañana en la dacha era un blanco cegador, nieve cubriendo todo como manta pesada. Sofía se levantó antes de que el sol quemara el hielo, el corazón latiendo calmado pero firme. El vestido azul colgaba en el armario, cosido con puntadas ocultas, entero otra vez. Lo sacó despacio, dedos rozando la tela suave.
Se lo puso sola frente al espejo. El azul pastel caía fluido, mangas largas ocultando marcas, falda hasta la rodilla, cuello alto protegiendo. No apretaba. No marcaba. Solo abrazaba, escondiendo imperfecciones, dejando ver inocencia. El cabello corto alborotado acariciaba el cuello, ondas frizz como halo rebelde. Nariz pequeña y fina, lunar brillando. Se miró. No deslumbrante. Pero serena. Fuerte. Viktor entró sin golpear, traje negro impecable, ojos grises cortando el aire. Se quedó quieto al verla. —¿Ese trapo otra vez? —rió cruel, acercándose—. Te dije que lo tiraras. Se va a romper con solo mirarlo. Pareces una niña jugando a ser mujer. Sofía no bajó la mirada, algo confundida, pues ayer le había dicho que se lo pusiera. —Lo cosí y me dijiste que me lo podía poner hoy—dijo calmada—. Me queda bien, de todos modos. Él frunce el ceño. —Ayer es ayer, hoy es hoy. —tomó la manga, tiró leve como prueba. —Se rompe fácil. Como tú. No me avergüences hoy, gordita. Los hombres que vienen no son como los de Nueva York. Un error, una mirada mal puesta, y pagas caro. Muy caro. ¿Entendido? Ella levantó la barbilla. —Entendido. Viktor apretó la tela, ojos en el azul que caía perfecto. —No humilles. No hables si no te hablan. Y si se rompe... te dejo desnuda en la nieve. Viktor se rió bajo, salió dando órdenes a Olga. Sofía respiró hondo. Después de unos minutos, sale de la habitación y sale caminando por el pasillo, se acerca a las escaleras de madera. Desde arriba vio el grupo: Viktor en el centro, recibiendo a cuatro hombres rusos duros, abrigos quitados, vodka servido. Boris el viejo con barba, Linu joven y tatuado, Alexei nervioso, Gregor silencioso. Sofía se asomó. El azul contrastaba con su piel morena, serenidad calmada, frescura en medio del frío ruso. Cabello corto acariciando el cuello, nariz pequeña simpática, lunar como punto coqueto. Baja despacio, los tacones sonando en cada paso, cada toque de escalón madera oscura indicando la llegada de una mujer. Los hombres se callaron un segundo, sus ojos en ella. Viktor la vio, y tensa la mandíbula. —Caballeros —dijo ella al llegar, voz suave pero valiente, ocultando dolor—. Soy Sofía, acompañante de Viktor. Extendió la mano, mirada serena y penetrante. Boris tomó primero, suave, ligera como una pluma, y le da un suave beso húmedo. —Encantado. Linu apretó fuerte, firme y formal. —Bienvenida a Rusia. Alexei nervioso, sonrisa. —Hermoso color.— asegura mientras ve el vestido. Gregor último, mano firme, ojos fijos. —Un placer. Linu, el más vivo, tomó su mano más tiempo, beso en los nudillos lento. —Eres hermosa —dijo bajo—. El azul te queda perfecto. No importa si tienes rollos extras... vale la pena cada uno. Sofía se sorprendió, calor subiendo a las mejillas. Segunda vez que alguien decía algo bonito. Primero Hades en el jet. Ahora este. Viktor rodeó su cintura carnosa y cuadrada, dedos apretando posesivo donde el vestido escondía todo. —Ella es mi acompañante —repitió frío—. Solo haremos negocios. Linu rió entendiendo, soltando la mano. —Claro, jefe. Se sentaron a la mesa, papeles abiertos. Comenzaron a hablar de un tema serio: mafia chechena presionando fronteras, queriendo alianza desigual o guerra abierta. Rutas bloqueadas, envíos perdidos, amenazas directas. Boris gruñó. —Quieren el 40%. O nos joden el puerto. Linu añadió. —O guerra. Y ellos no perdonan. Gregor habló bajo. —Alianza mala. Nos comen vivo. Viktor tomó vodka, trago largo. —No cedo. Guerra si hace falta. Discutieron horas largas y tendidas con papeles en mano y contratos sin firmar, voces altas, puños enojados sobre la mesa. Sofía estaba callada, pero escuchando. Linu la miraba de vez en cuando, varias veces, y le sonreía levemente. Viktor notó el intercambio, le molesta más de lo que quiso admitir, aprieta los dientes con la mandíbula tensa y marcada, su mano apretando más la cintura de ella. Al final tuvieron un acuerdo simple: refuerzos, contraataque planeado. Hicieron brindis y hablaron un poco más de otras cosas mientras pasaba el tiempo. Linu alzó la copa mirando a Sofía. —Por la belleza que calma la tormenta.— murmura Linu con una pequeña sonrisa agradable. La mirada de Viktor se intensificó, pero logró mantener la calma hasta el final de la reunión. Los hombres se fueron al fin, risas y abrigos en la puerta, nieve tragándose sus autos. Viktor cerró con llave, el clic resonando como sentencia. El salón quedó vacío, solo el fuego crepitando y el vodka olvidado. Se volvió a Sofía, ojos grises ardiendo. —¿Qué m****a fue eso con Linu? —gruñó, voz baja pero cortante como cuchillo, dando un paso que hizo crujir la madera. Sofía se tensó, el corazón latiendo fuerte de repente. Serenidad fingida, pero por dentro jadeó: viene la correa otra vez, me va a romper el vestido de nuevo, me va a doler. Las manos temblaron levemente sobre su regazo, pero levantó la barbilla, con la voz calmada aunque el miedo le pinchaba. —Solo fui cordial —dijo suave, pero el aliento salió corto y tembloroso—. Solo cordial. Él se acercó más, el olor a vodka y nieve impregnan sus fosas nasales, su mano subiendo a su cintura cuadrada, apretando fuerte donde el azul ocultaba todo. —Cordial —repitió en un tono burlón y oscuro, sus dedos clavándose en su carne suave—. Un beso en los nudillos y luego un “Vale la pena cada rollo”. Provocando como pu*ta barata. Sofía jadeó bajito, miedo real subiendo por la garganta. "Me va a pegar, me va a tirar al suelo, me va a..." Pero no retrocedió. Su mirada penetrante, y la voz temblando apenas. —Tú me trajiste aquí para eso —susurró—. Para que miren, se burle de mí como un objeto. Para que alaben lo que tú rompes. Viktor apretó más, cara cerca, aliento quemando. —Mía —gruñó—. Solo mía. Nadie alaba lo que yo uso y tiro. Ella tragó saliva, con miedo y desafío mezclados. —Entonces no me traigas, no me vuelvas a invitar—dijo bajo, voz rompiéndose un poquito—. O acepta que miren. Él la empujó contra la pared, le estampa un beso brutal, sus dientes chocando contra sí, su mano subiendo el vestido azul como castigo. Sofía jadeó contra su boca, cuerpo temblando, pensando "me va a romper otra vez", pero respondió con fuego oculto. Después, él se apartó jadeando y confundido. —No me provoques más —ordenó con la voz ronca. Ella se arregló el vestido, su voz aún la mantiene serena aunque las piernas le temblaban levemente. —No provoco. Simplemente... vivo. Viktor salió enojado dando portazo que hasta las paredes vibraron, la nieve afuera tragándose el eco. Sofía suelta un suspiro y se deja caer en el sofá, mano en el pecho, jadeando sola. Vivir dolía, sobre todo cuando uno se siente bastante solo.






