Alba
La noche se ha abatido sobre la villa como una tinta negra.
El mar, a lo lejos, resuena con un retumbante sordo, un latido primitivo que se acompasa con mi propio corazón.
Nada duerme realmente aquí.
Cada crujido de la madera, cada eco de pasos en el pasillo es una palabra de un lenguaje secreto: el de la ambición.
Cierro los ojos un momento.
Casi puedo sentir la casa respirar.
Susurros circulan, como hilos de seda tensados de una habitación a otra, listos para enredarse o romperse.
Esta noche, soy la araña.
Y soy yo quien decide la forma de la tela.
Sandro me ha confiado las riendas.
No es un simple permiso: es una declaración silenciosa.
Muéstrales que eres mi igual.
Sus ojos antes de abandonar la sala decían todo.
No pienso decepcionarlo.
Bajo el escalera principal.
El mármol frío bajo mis talones agudiza cada uno de mis pasos.
En cada piso, vislumbro siluetas furtivas: guardias en patrulla, mensajeros apresurados, sombras que se congelan cuando mi mirada se posa sobre ellas.