Alba
La sala parece de repente más estrecha, como si el peso de los secretos y las ambiciones comprimiera el aire mismo. Siento la mirada de Marco Bellanti sobre mí, pesada, evaluando cada gesto, cada matiz de mi expresión. Pero lo que atrae mi atención no es él. Es Sandro. Se endereza lentamente, sus anchas hombros y su imponente postura dominando el espacio sin una palabra. Cada movimiento que hace parece calculado para imponer orden, disciplina… y un respeto temeroso.
— Basta, dice finalmente, su voz grave y autoritaria resonando en la habitación como un martillo sobre el yunque. Marco, tus juegos son conocidos. Pero aquí… soy yo quien decide.
Un escalofrío recorre la asamblea. Incluso Giulia, que es felina y calculadora, inclina ligeramente la cabeza, con una mezcla de admiración y respeto en los ojos. Ella sabe tanto como yo que este tono no admite discusión. Es Sandro, el verdadero jefe. Cada alianza, cada transacción, cada decisión pasa por él.
— Soy el jefe, continúa, sus oscu