494. El reflejo prohibido.
Narra Dulce.
El día comienza como cualquier otro, aunque en esta casa ya no existen días ni noches que puedan diferenciarse con claridad; todo es un largo transcurrir de luces que se filtran a través de las cortinas, de copas de champagne que siempre tienen burbujas nuevas, de ropas suaves que aparecen en mi clóset como si un ejército invisible las colgara para mí, de palabras de Tomás que no son solo palabras, sino órdenes disfrazadas de caricias. Me despierto con la sensación de que estoy en un sueño que no se interrumpe nunca, un espacio donde las reglas del tiempo se han quebrado y lo único que importa es la cercanía de su voz, el roce de su piel, la certeza de que me ha convertido en la mujer que soy ahora.
Ese día él me deja sola un par de horas, dice que necesita revisar papeles, ordenar documentos, nada extraño, lo hace siempre, y yo aprovecho para pasear por la sala con una copa en la mano, sintiéndome dueña del lugar aunque en el fondo sé que todo me pertenece solo en la med