444. El precio de un nombre.
Narra Jean-Pierre (El Francés)
Amo las cosas limpias. Las paredes blancas, las balas bien calibradas, el sonido del acero entrando donde debe. Odio el desorden. Las emociones. La sangre derramada con torpeza. Pero hay momentos —muy pocos— en que hasta el caos tiene belleza.
Como esta noche.
Mi teléfono vibra. Una melodía de Vivaldi. No contesto de inmediato. Ser impuntual con los dioses del dinero es mi pequeño acto de rebeldía. Ellos pagan. Pero yo dicto el ritmo.
—Oui? —respondo, al fin, mientras acomodo el nudo de mi corbata gris perla. La seda me tranquiliza. La muerte también.
Nadie contesta del otro lado. Solo una respiración suave, como de animal exótico enjaulado. Luego, la voz artificial: una mujer, o algo que intenta sonar como tal.
—El objetivo primario cambió de estatus. Localice a Dulce Ruiz. Viva.
Cuelgo sin responder. Nunca hablo más de lo necesario. El dinero ya está en mi cuenta, y no necesito palabras cuando tengo coordenadas.
Dulce Ruiz. Qué nombre encantador. Trág