309. Damas, fantasmas y traiciones.
Narra Lorena.
A veces siento que las palabras me traicionan.
No cuando las pienso.
Sino cuando vuelven a mí, disfrazadas, camufladas.
Hace unos días, abrí el manuscrito que creí cerrado.
El segundo libro. La continuación.
El que no quería escribir pero terminé escribiendo igual, porque Tomás me convenció con esa mezcla suya de calidez profesional y un deje de ternura que parece auténtica, pero que nunca termina de cerrar del todo. Como una sonrisa que no toca los ojos.
La primera vez que noté algo raro fue en una escena.
Una frase, exactamente.
"No se trata de quién dispara, sino de quién sostiene el arma."
Yo no escribí eso. Jamás lo haría... estoy segura. Sé lo que escribo. Mi memoria es una trampa. Pero con mis palabras, no falla.
Esa frase es buena. Demasiado buena. Perfecta para una película.
No para mí, no para esta historia. Desde entonces, empecé a leer con otra mirada.
Con sospecha, y algo de temor.
Cada línea, cada pausa, cada adjetivo… ¿Lo puse yo? ¿Lo sugirió Tomás? ¿Lo ed