Isabella
La trajo y en dos o tres días se adueñó de todo. De la casa, de mis cosas, de papá.
Él se hacía el distraído, pero bien que se le notaba cómo la miraba. A las otras nunca las había mirado así. Le tenía rabia, asco, porque ella tampoco se molestaba en disimular. Andaba en pantalones cortos, se ponía vestidos ajustados, todo para que papá la mirara.
Y después decía que era yo la que buscaba atención. ¡Si se moría por ser la novia! Zorra. Bianca tuvo razón. Ella me dijo que esa mujer iba a meterse entre papá y yo, que iba a querer hacerse la señora Galli. ¡Sobre mi cadáver!
Siempre fuimos los dos, y el tío. No necesitábamos a nadie más. Y de repente esa venía a jugar a seducirlo.
La noche anterior la vi meterse en su cuarto, mientras papá tenía otras de sus pesadillas. Nunca quiso decirme de qué eran, solo que no me preocupara, que pasaban y él seguía durmiendo. Pero me despertaban igual y me asustaban.
Yo no podía preguntar, pero ella directamente entraba como si nada. ¿Quién se