Cuando su jornada laboral terminó, Becca supo exactamente a dónde quería ir. Ya había tenido suficiente: de los reclamos, de los gritos, de los enfrentamientos con su hermano. Solo deseaba paz.
Así que fue directo al único lugar que últimamente sentía como un verdadero hogar.
Asher abrió la puerta apenas tocó el timbre. Bastó una mirada para leer en su rostro lo que pasaba.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —preguntó, con el ceño fruncido y la voz cargada de preocupación.
Becca no respondió. Solo lo abrazó. Se aferró a él como si necesitara sostenerse para no caer… y entonces rompió en llanto.
—¿Cuándo va a terminar todo esto? ¡Estoy tan cansada! —gritó entre sollozos, su voz quebrada por el dolor—. ¿Por qué tuvo que pasarme a mí? ¿Qué hice mal?
Asher la tomó en sus brazos, la llevo hasta su habitación acarició su cabello mientras ella se deshacía en lágrimas contra su pecho. Los minutos pasaron lentos, pesados, como si el tiempo mismo se detuviera a observarlos.
—Nada de lo que esté ocurriend