—¡Harika! —exclamó Becca, fingiendo severidad—. Esas son cosas de grandes, no tienes que preguntar por eso.
La pequeña frunció el ceño, aún más intrigada.
—Pero yo escuché clarito…anoche cuando iba por agua.
Asher carraspeó, intentando poner orden.
—Princesa, a veces los adultos…hacemos cosas, que nos dan mucha emoción.
Becca lo fulminó con la mirada, sabiendo que estaba disfrutando cada segundo de su incomodidad.
Harika, confundida, se encogió de hombros y se concentró en acariciar la manita de Salomé, como si no acabara de detonar un terremoto entre sus padres.
En cuanto la niña volvió a distraerse, Asher se inclinó hacia Becca, sus labios casi rozando su oído.
—La próxima vez tendremos que ser más silenciosos —susurró con tono burlón.
Becca apretó los labios, fingiendo indiferencia, pero sus mejillas encendidas la delataban.
—No te atrevas.
—¿A qué? —respondió él, con esa sonrisa peligrosa que tanto odiaba… y que tanto la enloquecía.
—A provocarme delante de las niñas —susurró, baj