El sol comenzaba a colarse tímido entre las persianas, lanzando rayas doradas sobre el suelo y la cama desordenada. Becca despertó primero. El cuerpo de él aún dormía a su lado, medio cubierto por la sábana, el brazo estirado hacia ella como si, incluso dormido, necesitara asegurarse de que no se fuera.
Ella lo observó en silencio. El cabello revuelto. La respiración lenta. La expresión tranquila. Y sintió cómo algo dentro de sí se ablandaba… y al mismo tiempo, se tensaba.
Se levantó con cuidado, buscando no despertarlo. Caminó hasta la cocina con su camiseta y comenzó a preparar café.
Mientras el aroma llenaba el ambiente, sus pensamientos iban más rápido que sus pasos: ¿Qué somos ahora? ¿Y si esto fue solo una burbuja… una noche perfecta, pero irreal? ¿Y si él no quiere lo mismo?
—¿Estás huyendo? —dijo una voz ronca desde el umbral de la cocina.
Becca dio un pequeño salto. Él estaba ahí, con una sonrisa dormida, el torso desnudo y esa mirada que ya empezaba a leerla con demasiada fa