C39: Aburres a todos.

El grito retumbó en el jardín. Era Alaska, quien venía caminando enfurecida, con los ojos encendidos de rabia.

Ámbar no tuvo tiempo de reaccionar. Cuando Alaska llegó hasta ella, levantó la mano sin vacilar y la abofeteó con todas sus fuerzas. El rostro de Ámbar giró hacia un costado por el impacto, y durante un segundo, todo se detuvo.

—¡Eres una maldi*ta estúpida! —le gritó Alaska, temblando de furia—. ¿Estás feliz ahora? ¿Ya estás contenta? ¡Me humillaste frente a toda esa gente! ¿Cómo pudiste hacerme algo así?

La mejilla de Ámbar ardía por el golpe, la huella de la palma de Alaska permanecía marcada como un fuego en su piel. Sentía el latido acompasado del golpe y la sangre subiéndole al rostro, pero en lugar de devolver la agresión permaneció serena, girando despacio para mirarla a los ojos.

En su hermana ya no había la altivez de antes, sino una mujer hecha jirones: la ropa algo desordenada, el rostro crispado por la rabia y las lágrimas que humedecían sus mejillas. Ver a Alask
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