—Vidal fue mi mayor trofeo —presumió Alaska, con una sonrisa curvada, una que parecía doler más que cualquier bofetada—. Fue lo mejor que he logrado. Ahora solo te queda mirar cómo me quedo con el amor de tu vida, con el hombre con el que hiciste tantos planes. Él ahora está conmigo, y vamos a ser una familia con ese bebé que estás esperando. Ese bebé que estás cargando es nuestro. Vidal me ama y se casará conmigo. Supongo que ya es hora, pues llevamos juntos tres años.
Ámbar se quedó en shock tras aquella revelación. Acababa de oír que su exesposo la habia estado engañando por demasiado tiempo.
—Te odio, Ámbar. Te odio y siempre lo hice, porque nunca te diste cuenta de cuánto sufría por tu culpa. Jamás te diste cuenta de nada. Pero tú te hacías la buena hermana, ¿verdad? Creías que con eso bastaba. Pensabas que con darme tu lástima y las migajas de tu afecto ya era suficiente. Detestaba que fingieras quererme. Ojalá no hubieras nacido tú, Ámbar. Ojalá solo hubiera nacido yo. Me habría