capitulo 61

Ecos en la oscuridad

La noche había caído y el aire fresco de la tarde se volvía frío en mis pulmones mientras caminaba solo por las calles que conocía de memoria. Los faroles parpadeaban, lanzando destellos intermitentes que alargaban las sombras de los árboles como si fueran garras que se extendían por el asfalto. Cada paso resonaba con un eco hueco, recordándome que nada volvería a ser igual.

Ana me había llamado antes de que saliera de casa, su voz cargada de una mezcla de miedo y determinación que me atravesó más de lo que esperaba. “Vamos a buscar el diario”, había dicho. Cuatro palabras que, aunque simples, contenían el peso de todo lo que estábamos enfrentando.

Me detuve en la esquina, mirando hacia la casa de Ana que se alzaba a lo lejos, oscura, con las ventanas reflejando la luz de la calle como ojos vigilantes. Todo estaba silencioso, pero sentía esa presencia, esa vibración en el aire que se instalaba en mis huesos, como si alguien nos estuviera observando, tomando nota
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