Serena cerró la puerta de la caravana con un suave clic, asegurándose de no hacer ruido. El aire fresco de la tarde era un alivio, pero el miedo se apoderó de ella. Dejar a Dante solo, herido e indefenso, iba en contra de todos sus instintos. Apretó el puño, las llaves de la caravana se enterraron en su piel. Tenía que volver pronto, no podía dejarlo a la vista de nadie por mucho tiempo.
Caminó por un sendero de tierra hasta la carretera principal, el sol ya se estaba poniendo, y el cielo se teñía de naranja y rosa. El pueblo más cercano era pequeño, un puñado de tiendas, una farmacia y un pequeño supermercado. Entró en el supermercado, sus ojos escaneaban los pasillos con una eficiencia impresionante. No podía perder tiempo. Agarró una bolsa de patatas, unas zanahorias, una cebolla y un paquete de pollo, los ingredientes perfectos para una sopa nutritiva. Luego, se dirigió a la sección de panadería y agarró un pan de masa madre.
Con los víveres en el carrito, se dirigió a la farmacia