El motor de las motos todoterreno rugió con furia al acercarse a la caravana. Mikko e Iván, dos hombres fuertes y leales a Dante, se bajaron de las motos, sus miradas se encontraron y un sentimiento de incertidumbre los invadió. Habían escapado de un infierno, pero ¿qué les esperaba en el siguiente?
Al entrar en la caravana, el silencio fue la primera cosa que notaron. El olor a medicina y la luz tenue, sin embargo, fueron lo que los impactó. Sus miradas se posaron en la cama, donde un hombre yacía, con el cuerpo envuelto en vendas. No era el Zhar que conocían, el hombre fuerte e invencible. Era un hombre roto, un líder sin ejército, sin trono. Sus ojos, sin embargo, eran los de siempre, llenos de furia y frustración.
Iván, con la mirada de un hombre que había perdido todo, se arrodilló ante Dante.
—Zhar —murmuró, su voz era un susurro que se perdía en el silencio—. Lo sentimos.
—No lo sientan —dijo Dante, su voz era un susurro que se ahogaba en el dolor—. No es su culpa.
De repente,