El sonido de los motores todoterreno rasgó el silencio de la noche, y el polvo que se levantaba detrás de las motos era un símbolo de su huida. Iván y Mikko, dos hombres que habían pasado toda su vida sirviendo al Zhar, ahora huían en la oscuridad, con sus vidas dependiendo de una mujer a la que acababan de conocer. La adrenalina de la pelea aún fluía por sus venas, pero la confusión era un peso mucho más pesado.
Iván, un hombre de pocas palabras y una lealtad inquebrantable, se movía por el camino de tierra con la destreza de un piloto experimentado. Mikko, por su parte, miraba hacia atrás, esperando ver a los guardias de Salvatore. Pero solo había oscuridad.
—¿Quién es ella? —preguntó Mikko, su voz, una mezcla de sorpresa e incredulidad, era un susurro que se perdía en el viento.
Iván, con la mirada fija en el camino, se encogió de hombros.
—No lo sé. Pero es la única que nos ha sacado de allí.
—¿La viste pelear? —preguntó Mikko, sus ojos, llenos de admiración, brillaban en la oscur