Adrien bajó del auto con el ceño ligeramente fruncido. Había pasado una noche inquieta pensando en Camila, en sus silencios, en su incomodidad… en esa mirada que parecía estar perdida en un lugar que él no podía alcanzar. Entró al restaurante con paso firme. Apenas cruzó la puerta, se encontró con su madre.
—Hola, madre. —¿Cómo estás? —preguntó con una ligera sonrisa, intentando sonar relajado.
Sofía lo miró con ternura y le devolvió el saludo—. Bien, hijo. ¿Vienes por Camila?
Adrien asintió—. Sí, madre. Últimamente está muy alterada. Quiero llevarla a caminar un rato, hablar con ella… tal vez eso la ayude a tranquilizarse.
Sofía puso una mano en el pecho de su hijo, deteniéndolo suavemente.
—Hijo… —dijo con una voz cargada de comprensión—. Sé que esto es duro para ti, pero Camila no es feliz. Puedes darle todo lo que quieras… pero su rostro no miente.
Adrien la miró con tristeza reflejada en los ojos—. ¿Ella te lo dijo?
Sofía negó lentamente y sonrió con dulzura—. No hace falta que l