La noche era serena y el aire cálido acariciaba la piel con una suavidad reconfortante. Alejandro e Irma salieron del restaurante con una sonrisa tranquila dibujada en los labios. La cena había sido excelente, y aunque la velada estuvo cargada de emociones, ambos sintieron que necesitaban ese momento de calma. Irma, especialmente, lucía más animada. Caminaba despacio, con una expresión serena que contrastaba con los días difíciles que había vivido últimamente.
—Fue una excelente elección —dijo ella, mientras entrelazaba su brazo con el de Alejandro.
—Me alegra que te haya gustado —respondió él con una sonrisa suave—. El lugar me pareció acogedor... y especial.
Justo cuando se acercaban a la puerta principal del restaurante, Camila salía de una sala privada, acompañada por Sofía y Efraín. Habían terminado una breve reunión para coordinar algunos asuntos administrativos y revisar la agenda de los próximos días. Camila se detuvo por un instante, como si algo en el ambiente la hiciera mir