Valeria Martínez es una joven estudiante que ha trabajado toda su vida para salir adelante. Entre su empleo como mesera en un restaurante y sus estudios los fines de semana, apenas le queda tiempo para descansar, pero su sueño de graduarse y darle una vida mejor a su familia la mantiene en pie. Cuando consigue una pasantía como secretaria en una de las empresas más poderosas de la ciudad, cree que finalmente está un paso más cerca de lograr sus metas. Por otro lado, Alejandro Ferrer, heredero de un imperio empresarial, se enfrenta a una condición inesperada para recibir la fortuna de su abuelo y tomar control de las empresas familiares: debe casarse antes de una fecha límite. Aunque sus padres lo presionan para que elija a una mujer de su altura social, Alejandro se niega a ser controlado y decide buscar a alguien completamente fuera de su círculo, alguien que no espere explicaciones ni compromiso emocional. Cuando sus caminos se cruzan, Alejandro ve en Valeria a la candidata perfecta: una joven humilde y trabajadora que no representa una amenaza para su libertad. Él le ofrece un trato impensable: un matrimonio por contrato. Atrapada entre la necesidad económica y el conflicto moral, Valeria acepta, creyendo que mantendrán las emociones fuera del acuerdo. Pero a medida que la fachada del matrimonio los adentra en el mundo de las intrigas familiares y los secretos empresariales, ambos comienzan a cuestionar sus propias reglas. El contrato que los unió pronto se verá amenazado por algo que ninguno de los dos había planeado: el amor.
Ler maisNuestro para siempreTodos estaban reunidos en el jardín trasero, donde un altar sencillo, adornado con hortensias, esperaban frente a una fila de sillas ocupadas por rostros familiares. Andrés sostenía a su hija menor en brazos mientras Sandra lo abrazaba por la cintura. Carlos y Emma conversaban con Isabel y Óscar, todos sonriendo, relajados.Camila, aún tras bastidores, esperaba junto a su madre, Marta, quien no dejaba de llorar y sonreír al mismo tiempo.—Nunca imaginé ver este día —susurró Marta, sujetando las manos de su hija—. Verte vestida de blanco, a punto de casarte con el hombre que ama… después de todo lo que pasó.Camila la miró con lágrimas en los ojos, pero no de tristeza. Su vestido era delicado, con un escote en forma de corazón, tul en la falda y detalles de encaje. Su cabello suelto caía en ondas suaves y una tiara sencilla completaba su look de ensueño.—Tampoco lo imaginé, mamá… pero estoy feliz. Muy feliz.—Tu padre estaría orgulloso de ti.Camila ascendiendo, c
Él sí que lo cambia todo.La mansión Ferrer estaba más viva que nunca.El salón principal había sido decorado con luces tenues y flores blancas que llenaban el aire con su fragancia sutil. Velas aromáticas encendidas parpadeaban desde los rincones, y una suave melodía de cuerdas flotaba desde los altavoces, envolviendo a todos en un ambiente cálido y familiar. Nadie sospechaba el verdadero motivo de la reunión, pero todos sabían que Alejandro tenía “algo importante que anunciar”, según había dicho Isabel con una sonrisa cómplice.Camila estaba sentada en uno de los sillones del jardín interior, con su hijo sobre las piernas. El pequeño, con apenas un año y diez meses, jugaba feliz con un peluche mientras la observaba con esos mismos ojos oscuros de Alejandro.—Mamá… —¿Dónde está papá? —preguntó con su voz dulce.Camila le sonríe y besa su frente.—Ya viene, mi amor… Debe estar preparando una sorpresa.Isabel, sentada a su lado, la miró con ternura.—Te ves tan hermosa, hija… Estoy tan
La oficina principal de Ferrer se encontraba en total silencio, excepto por el leve sonido de las hojas que Alejandro hojeaba frente a su escritorio. La luz del mediodía entraba por los ventanales y proyectaba sombras suaves sobre los muebles modernos. Vestido con una camisa blanca arremangada y el cabello ligeramente despeinado, Alejandro repasaba los informes financieros con concentración… hasta que escuchó el sonido de la puerta.— ¿Interrumpo? —preguntó una voz conocida.Alejandro levantó la mirada y sonriendo al ver a su primo.—Andrés… claro que no, pasa.Andrés entró y se dejó caer en uno de los sillones frente al escritorio.—Solo quería hablar un rato contigo… sobre nuestro abuelo —dijo, con un tono más nostálgico que serio.Alejandro dejó los documentos a un lado y se reclinó en la silla.—Nuestro abuelo… aunque ya no esté, sé que debe de estar feliz —dijo, mirando a su primo con una sonrisa sincera—. Nos dejó un legado… pero también una lección. Mira todo lo que hemos logra
Entre la herida y la esperanzaLa noche había caído sobre la mansión Ferrer, tiñendo sus jardines y corredores con un silencio sereno, interrumpido solo por el susurro del viento entre los árboles. En la sala principal, una tenue lámpara de pie iluminaba a tres figuras que conversaban en voz baja.Andrés, sentado al lado de Irma y con Sandra a su otro costado, relataba con seriedad los últimos descubrimientos sobre Margaret y su fuga del hospital psiquiátrico. Irma escuchaba atentamente, aún tratando de entender cómo esa mujer había logrado engañar incluso al sistema médico.—Lo increíble es que nadie se diera cuenta —decía Andrés, frotándose la frente—. Usó una identidad falsa para manipular a una enfermera, y cuando finalmente la trasladaron al hospital, ya era demasiado tarde.Sandra, recostada en el sillón con las manos sobre su vientre, apoyada.—Margaret siempre supo cómo manipular a todos… pero nunca pensé que llegaría tan lejos.—Ni yo —susurró Irma, con una sombra de tristeza
Verdad y despedidasEl auto avanzaba a buen ritmo por la carretera mientras el cielo comenzaba a teñirse con tonos anaranjados. Ricardo miraba por la ventana, en silencio, mientras Adrien revisaba su teléfono. El ambiente dentro del vehículo era sereno, hasta que un leve golpe en la ventana los hizo mirar hacia la entrada de la pista donde los esperaban los hombres de adrien.Uno de los hombres de Adrien se acercó a la puerta del auto. Adrián bajó el cristal.—Y bien? —preguntó Adrien con voz firme.El hombre se inclina ligeramente, hablando con respeto.—La señorita Irma pidió que la lleváramos directamente a la mansión Ferrer. Dijo que quería estar allí para el regreso de la señora Camila.Ricardo suspir al escuchar la noticia. Su mirada se desvió por un segundo hacia el volante, sus pensamientos lejanos.—Está bien —dijo en voz baja.Adrien lo observó con atención. Había algo distinto en la forma en que Ricardo hablaba últimamente… como si algo lo hubiera tocado profundamente.—Te
Las puertas de la mansión Ferrer se abrieron de par en par. El sol de la tarde bañaba el jardín con una luz dorada y suave, como si el universo también celebrara el regreso de Camila.Adentro, la familia entera esperaba en silencio, manteniendo la respiración. Isabel de Ferrer caminaba de un lado a otro en el vestíbulo, con las manos entrelazadas y la mirada fija en la puerta. intranquila, pero con los ojos vidriosos de emoción. En un rincón, Irma, aún débil pero de pie, se apoyaba en el sofá. Oscar se había apartado discretamente a la terraza. Sandra se abrazaba encontrando a una niña de seis años, cuyos grandes ojos cafés brillaban de esperanza.— ¿Cuánto falta? —preguntó la pequeña con impaciencia—. ¿Ya llega mi hermana?—Ya casi, amor —le dijo Sandra con ternura, acariciando su cabello.Isabel se giró al oír el rugido del motor que se acercaba. Su corazón dio un brinco.—¡Es él! —¡Es el auto de Andrés! —exclamó.Todos se pusieron de pie al instante. La puerta principal se abrió ap
Último capítulo