Leonardo subió las escaleras hacia el apartamento con un ramo de flores silvestres en la mano. No eran las rosas rojas perfectas que solía regalar a sus conquistas, sino una mezcla colorida y sencilla que había recogido al borde de la carretera en su camino de vuelta. Dudó un momento antes de meter la llave en la cerradura. Qué raro, pensé. ¿Desde cuándo Leonardo se preocupa por estas cosas?
Al abrir la puerta, el silencio del apartamento lo recibió. Yo no estaba a la vista. Dejó las flores sobre la mesa de la sala, sintiéndose un poco ridículo, pude notarlo. Nunca se había preocupado por este tipo de detalles, por los pequeños gestos que pudieran ablandar el corazón de una mujer. Y yo menos que nadie me imaginaba esto.
Esperó unos minutos, impaciente. Justo cuando comenzaba a preguntarse si tardaría mucho, escucho que abría la puerta de su habitación. Aparecí en el umbral, vestida con ropa cómoda y el cabello recogido en una coleta informal. Mis ojos se posaron inmediatamente en el r