Mientras tanto, en su elegante oficina de la mansión, Don Rafael se encontraba reunido con su mejor amigo, Mauricio. La preocupación se reflejaba claramente en su rostro mientras hablaba.
—No sé qué voy a hacer con Leonardo —confesó, pasando una mano por su cabello canoso con frustración—. Su actitud me tiene realmente preocupado.
Mauricio, un hombre de semblante sereno y mirada comprensiva, lo escuchó con atención, asintiendo lentamente.
—Lo he notado algo… alterado últimamente. ¿Tiene que ver con la señorita Fierro?
Don Rafael suspiró profundamente.
—Ese es el principal problema. Desde que Catalina llegó, Leonardo no ha hecho más que mostrar su descontento y su arrogancia. No soporta la idea de que una mujer esté a cargo del taller y, para colmo, que mi hijo tenga que… ya sabes. Es cada vez más una persona pretenciosa y cree que todas las mujeres tienen que ser condescendientes con él. Pienso que ese es el problema que tiene con la mecánica que contraté.
Mauricio frunció el ceño, en